«Yo fui costalero de la Virgen del Carmen» por José Ángel Ferrer
Yo fui costalero de la Virgen del Carmen, fue como un amor de verano, corto y a la vez intenso ya que por diversos motivos desde aquel dieciséis de julio de dos mil diecisiete, no volví a situar aquellas benditas trabajaderas en mi cerviz para portar a una gran devoción jerezana desde hace generaciones.
Haciendo una leve modificación de un pasodoble de “La Ventorela”, cuyo autor es Antonio Martínez Ares:
Recuerdo que era Julio por la Basílica de Nuestra Señora del Carmen, cuando tuvimos la enorme suerte de ser los encargados de portar en nuestra cerviz tan complejo y a la vez delicado encargo de ser costalero de la Virgen que la sostienen ángeles en una nube en su celestial camarín.
Hoy puedo decir que no fueron meses fáciles para mi y para mis amigos, pero una vez que nos ceñíamos a nuestros lumbares la faja y nos ajustábamos con nuestro amigo y costalero de confianza el costal pudimos hacer que la Virgen un año más se paseara elegante y de la mejor forma las calles de Jerez, donde disfrutamos y dimos cada segundo de nuestras vidas en cada revirá, en cada chicotá, en cada levantá y en cada arriá como si la vida se nos fuera en ello, ¿exagerado? No, ser costalero significa ser los pies de aquellos que le piden cada día, de los que les ruegan postrados en una cama o en una residencia de ancianos con una vieja estampa de la virgen de su infancia que sea ella y no San Pedro quien le abra las puertas del paraíso y sean acogidos bajo su manto celestial durante toda la eternidad.
Desde estas líneas, tengo que confesaros que tengo envidia de esos costaleros que esta tarde portarán a la Reina del Carmelo y con una mano en el corazón y otra en el teclado de mi ordenador no olvidéis de aquellos que no podemos portarla y espero que disfrutéis tanto como yo lo hice aquella tarde en la que le prometí que algún día – no de cualquier forma – volvería a ser su costalero.