Cuando en las postrimerías de este Lunes de Pentecostés, muchas de las filiales deberían de estar ya regresando a sus lugares de origen y en otras el atuendo del cansancio se haría patente entre el silencio que denota el fin de la presencia de la Virgen por las calles de la aldea, miramos hacía atrás y descubrimos que no existe atisbo de marisma. Ni la rocina es consciente de la no presencia de la Pastora en su maravilloso joyero -blanco como el nácar- que subyace en un paraje sin parangón.
Las arenas permanecen lisas, sin las huellas de la lucha entre las ruedas de los carros y las botas de los peregrinos siendo tajantes en el recuerdo que se lleva los vientos llegados desde el Coto. Todo sigue vacío en la aldea, no rompen los cohetes ni los tamboriles resuenan pero siempre quedará la presencia de la Madre de Dios en cualquier rincón del Rocío.
Es por eso que el poquito de Rocío que hemos tenido este año, siempre ha estado junto a la Virgen, directamente desde nuestro corazón hasta ELLA. La intensidad de la romería se ha convertido en película uniforme y una única voz – la de Ainhoa Arteta- elogiando las glorias de la Madre de todos los rocieros.
Enhorabuena a la Hermandad Matríz por llevarnos el Rocío a casa.