En medio de la vorágine donde nos encontramos y que nos tiene atiborrados de los gestos que se visualizan en la pandemia, aparecen Ellos. Justo a las puertas de su casa. Esa bendita capilla que los acoge durante todo el año y que al mismo tiempo, ha sido testigo de cómo Cristo Rey ha echado tanto de menos a la Virgen de la Estrella, cuando una tarde cualquiera del mes de Junio decidiera visitar los confines parroquiales del templo colindante con el viejo oratorio lasaliano.
Sin duda, la presencia de Cristo y María es un bálsamo carente de remiendos, que se vuelca contra la desazón que se puede plantear comúnmente por un positivo en esta maldita enfermedad que se esparce como el aire que respiramos.
Es por ello que los niños, aquellos que sumarán el futuro remozado del imperativo cofrade, ya disfrutan de ellos. Protección especial e importante de cara a lo que estamos viviendo.