Alejandro Fernández.- La intriga. Esa sensación que te recorre el cuerpo y en cuestión de minutos es capaz de enervar de tal manera que no sabes donde agarrarte porque te caes. La jornada crismal del Martes Santo fue eso: una intriga de inicio a fin.
A las cuatro en punto de la tarde la Hermandad de la Clemencia ponía su amplio cortejo en la calle -en torno a unos 200 mas monaguillos- y disipaba dudas posibles: la jornada se iniciaba con total normalidad. La Virgen de Salud y Esperanza presidía el pórtico de la capilla con sus mejores galas, como queriendo despedirse por última vez de su hijo. La talla que gubiara los hermanos Ortega Alonso cambiaba su habitual estética de túnica bordada con la que se planta en la calle durante los últimos años, por una que muchos recordarán como la que se ataviaba esta imagen antes de tener la misma. El cambio de recorrido sirvió para mostrar las grandezas de una cofradía que como siempre, tiene mucho que ofrecernos, sobre todo en su barrio y arropada por su gente.
Pasadas las cinco de la tarde, cuando la brisa recorría la confluencia de la calle Divina Pastora y Sevilla llegó el gran palo de la tarde. La Hermandad de la Defensión no pondría su Cruz de Guía en la calle, lo que sirvió para que como siempre vinieran comentarios para todos los gustos en boca de cofrades y no cofrades. Doctores tiene la Iglesia. Eso si, algunos nos estamos acordando aún de la lluvia que arreció a dos cofradías el pasado domingo. Demasiado rápido se borran los recuerdos recientes de algunos.
Mientras que la corporación de Capuchinos informaba de sus planes, la Hermandad de Humildad y Paciencia recorría su itinerario con total normalidad, recobrando momentos muy hermosos con una cofradía muy bien plantada en la calle. Da gusto contemplarla en cualquier punto, dejando un regusto lleno de romanticismo.
La parte final de la jornada se veía truncada quizás por una especie de «psicosis» acuosa. El Amor se había plantado en la calle, pero es cierto que los nervios le pudieron a la cofradía. Cuando la misma surcaba la Porvera, una leve llovizna saludaba a los nazarenos blancos de San Juan, por lo que la corporación decidió regresar a su templo, tomando la Plaza Rafael Rivero. Destacar el magnífico trabajo que viene haciendo el amigo Manuel Jaén Vargas en el paso de misterio de la cofradía -sencillamente impecable- a lo que se le unió el clasicismo de la Banda de Cornetas y Tambores «La Merced» de Huelva.
Tras la Hermandad del Amor, aparecía presurosamente la Cruz de Guía de la Hermandad del Desconsuelo que sin contratiempo alguno recorrió todo su itinerario donde como siempre, se derrochó ese sabor añejo que nos provoca ver a los titulares de esta corporación.
Y es que la lluvia asustó a los cofrades del Martes Santo, pero está claro que todos salieron ganando en esta historia: tanto los que salieron como los que no.