Muchos jóvenes que sueñan con el día en el que serán costaleros de alguno de los titulares de su hermandad, de ser Junta de Gobierno o – en algunos ansiados casos – ser el capataz de alguno de las dos cuadrillas que forman su cofradía.
Hace ya unos veinte años, unos jóvenes quisieron fundar su hermandad, la de su barrio, la de sus amigos. Tras mucho rogarle a su párroco consiguieron que le hicieran un hueco en su parroquia entre los diferentes grupos que la componían y que siguen componiéndola.
Pasaban por delante de mi barriada en la tarde del Sábado de Pasión, un cortejo de blancos nazarenos de cola, con un paso de misterio que fue evolucionando año tras año, desde la madera bruta hasta verle el dorado el frontal en el último año antes de dar el salto a la Carrera Oficial.
No llevaban banda y el andar de sus costaleros fue muy comentado en Jerez “de frente y utilizando el costal sevillano” decían los eruditos que cruzaban el peaje cuando aún se pagaba en pesetas.
La Hermandad se fue consolidando año tras año y recuerdo aquel mes de noviembre que en la papelería de El Almendral colgaba en su puerta un cartel que en pocas palabras invitaba a la bendición de la Santísima Virgen en su advocación de Salud y Esperanza en la Parroquia de San Benito. Es cierto que el cartel llamaba la atención la verdad debido a su fondo rosa, pero más llamaba la atención la belleza inmaculada de esa talla nueva.
Fueron pasando los años, y todo aquel que haya entrado en esa humilde parroquia habrá visto el rostro la titular de la Hermandad de la Clemencia en un pequeño cubículo llorando la pena de ver a su hijo ser besado por uno de los mayores rastreros de la historia de la Humanidad.
Pero “La Blanquita” – como lo llamaba un costalero y enamorado de Ella que hoy mira desde allí arriba bajo su manto de Esperanza – era conocida por la feligresía, éstos querían que su devoción e inmaculado rostro llegase más allá del Polígono de San Benito y con la venia del Señor Obispo de Jerez, fueron convocando rosarios “vespertinos” – una nueva palabra para nuestro léxico – que se celebraban en el mes de diciembre.
Sus sueños se hicieron realidad, y el capataz fue uno de ellos, Eduardo, el Hermano Mayor y Junta de Gobierno también fueron uno de ellos, al igual que sus costaleros y nazarenos.
«¡Pero si soñar es gratis!» Que gran mentira dijo aquel borracho que dijese esa frase que a día de hoy perdura hasta la actualidad.
Un palio, exactamente eso es lo que querían los hermanos de La Clemencia. Con sus caídas, techo, ánforas, jarras, respiraderos, faldones y demás enseres. Si la idea de fundar una hermandad era una aventura, la de firmar contratos para hacer realidad un nuevo sueño, no iba a ser menos.
Después de haber servido miles de tortillas y de montaditos, de haber hecho conciertos de bandas, sorteos semanales del euromillón y demás inventos este año todo Jerez podrá admirar el trabajo de tantos años, las reuniones hasta las tantas de la madrugada, las noches en velas del tesorero, de las lágrimas de los mayordomos la ver los varales , por fin han visto escenificado su esfuerzo en en un magnífico paso de palio para María Santísima.
Desde estas letras, he querido resumir muy brevemente lo que esta Hermandad ha trabajado para conseguir sus sueños.
Humildad desde el primer momento en el día a día de su corporación.
Siendo realistas con la realización de su paso de misterio, altar de cultos o con su paso de palio, no han querido con este último correr por tener un palio en su cortejo. Han sabido elegir calidad y aunque hayan tardado unos años más de la cuenta en finalizarlo.
Me gustaría también animar a todos aquellos cofrades que pertenecen a hermandades de barrio y cuya fundación no supera los veinte años. La perseverancia y el buen trabajo han hecho que se convierta en una HERMANDAD – en mayúsculas – en su breve historia.