Hoy en día en las juntas de gobierno de las cofradías de nuestra ciudad, se toman decisiones que no siempre son meditadas con la dosis de tiempo que necesitan. A la hora de actuar sobre el patrimonio siempre está la eterna cuestión sobre restaurar, copiar o renovar. Este tipo de decisiones pueden marcar a una cofradía, ya que afecta a su patrimonio material, la ignorancia es la mejor aliada de la torpeza, que nos acecha en todo momento.
El principal fin de una Hermandad, es realizar manifestación pública de fe acompañando a sus sagrados titulares en la estación de penitencia. Otro fin es la conservación del patrimonio material y cultural de la misma, pero sin desviarnos del principal objetivo de la Hermandad. El propósito del patrimonio material de una hermandad es participar en la estación de penitencia. Si realizamos copias de un banderín, guion, manto o faldones, está perdiendo el valor para el que fue adquirido, pasando a ser una obra de arte que en muchos casos no se conserva de la manera adecuada.
La restauración nos permite conservar la pieza y volver a un estado donde realmente pueda seguir realizando su propósito, para la que fue hecha. La copia nos muestra un reflejo de las viejas glorias de un patrimonio, que se consume entre cuatro paredes. Si somos conscientes del mantenimiento de dicho patrimonio, sabremos que opción es la correcta. No en balde la copia no es mas que el extremo de una situación en la que no se puede restaurar la pieza, en ese caso se lucha por mantener la línea de la cofradía. La ignorancia mencionada anteriormente prima en las hermandades, llegándose a confundir el conocimiento con la buena fe a la hora de actuar, esa buena fe es la que hace los mayores destrozos que en algunos casos son irreparables.
Restaurar o copiar, la eterna cuestión.