“A veces estoy enfadado con uno, o con una… pero… olvídalo, olvídalo, y si te pide un favor, hazlo. Ayudarse unos a otros: esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber”.
Papa Francisco
Adrián Zurera de la Peña.- Y ya lo dijo mi buen amigo Roberto Álvarez en su artículo Hermandades no hermanas -y es que con el título todo esta dicho-. Existe en estos momentos –y no creo que sea nada nuevo- una escasa buena relación, por no decir que en algunos casos ni existe o es pésima, entre corporaciones, y ya no del mismo día, ni siquiera de la misma categoría, pues ya que algunas son penitenciales y otras de gloria.
Aun así, me gustaría profundizar más si cabe. Esa rivalidad entre hermandades erradica en las propias cofradías. Si en la misma, no hay consenso sobre temas troncales para un devenir no muy alejado de esos ideales con los que nació una hermandad, esta estará abocada a lo que sea, pero no a seguir las pautas de inicio con la que se fundó.
Asimismo, se ha de tener en cuenta como puede afectar y distorsionar una «política» tradicional y obsoleta al inminente futuro de nuestras corporaciones -aunque a veces lo perteneciente a las cofradías parezca solo eso, política-. Ya que se olvida lo humano, lo espiritual, no siendo fiel a ese significado que trae consigo el término hermandad. Porque hoy en día ni sabemos lo que significa…
Estamos dejando apagar esa candela de la que se alimenta nuestra fe por culpa de una rivalidad inexistente, superioridades, egos y todo ese mal que rodea al humano, el cual ya no nos impide acercarnos a dios, sino que ni siquiera sepamos comprender y seguir sus pasos.
A ver si en estas fechas, si en Navidad, en Adviento, aunque sea copeando al ritmo de palmas y cantes flamencos nos reencontremos con ese camino que dejamos olvidado para atajar por otro que no lleva a ninguna parte. ¡A ninguna parte!