Adrián Zurera de la Peña.- Si algo destaco de la Procesión Extraordinaria de la Hermandad del Prendimiento con motivo de su regreso a la de Santiago no es el escaso nivel con el que se presentó la banda sevillana de Cornetas y Tambores San Juan Evangelista, el retraso de dos horas largas en la recogida o ese extraño movimiento del palio de la Virgen del Desamparo. ¡Qué va! Destaco un momento, mi momento: en la salida una señora, tras las rejas del Asilo, de avanzada edad señala sacando la mano entre los barrote el palio del Desamparo, enseñándole a su nieta cada rincón de él, cada detalle, para que luego se haga el silencio, le tienda el brazo sobre sus hombros y rece llorando mirando la cara de como dirían por Calle Cantarería «esa gitana bajo palio». Ese mismo momento se volvió a repetir en la Calle Merced donde salieron de la Peña tío José de Paula un grupo de señoras para ponerse en la delantera del paso y rezar, en este caso frente al «prendi», para luego rezarle en voz alta «Prendi mio, dame salud hijo, para verte otro año más».
Ni cohetes, ni petalás, saetas o levantás. Me quedo con esos dos ejemplos de fe popular, siendo el mismo momento en situaciones diferentes. No sé si es por ese duende que tiene el Señor del Prendimiento o la Virgen del Desamparo, pero por estas cosas merece la pena sacar al Señor y su Madre a la calle. Por estas cosas, vivimos los cofrades, y el que tenga dudas del motivo por el cual sacamos pasos, yo se las resuelvo; o mejor dicho, se la resuelven estas personas que lloran viendo ese «trozo de madera» -según dirían muchos- y esa alegría de un niño pidiendo cera.