El pasado lunes cuando estaba recorriendo por los caminos y senderos que recorren los campos de la rivera del Guadalete leía en varias ocasiones «COTO PRIVADO DE CAZA» cuando estaba cerca del perímetro de la finca.
En alguna casa de hermandad de nuestra localidad sólo hace falta poner ese cartel, para ver en qué terreno se están metiendo cuando una persona que desconoce la vida o situación actual de la hermandad.
No me refiero a que el domingo al alba se escuchen las cornetillas inglesas avisando los ayudantes de los cazadores, para que echen a correr a los galgos por las grandes extensiones de prado verde en busca de alguna presa fácil y dormida debido a la hora. Exactamente, como se puede ver en los cuadros que engalanan algún que otro salón de nuestras abuelas o abuelos.
Exceptuando dos o tres casas de hermandades de Jerez, dudo que exista otra con unas dimensiones adecuadas para hacer tal espectáculo británico.
Me refiero a que existen Hermandades por tradición – yo diría por desidia – que son gobernadas por sagas o grupos de personas que no permiten oxigenar o mejorar el ambiente o carácter propio de misma.
No soy nadie de poner el nombre de ninguna hermandad ni mucho menos de mencionar la situación de las hermandades, ya que solamente – y tengo suficiente – pertenezco a una, pero todos conocemos por comentarios entre cofrades, la situación de muchas corporaciones por la manera tan cerrada de pensar que tiene más de una persona dentro de esa junta, cesando, obstaculizando los planes de futuro de su propia hermandad…
Pero el problema no viene ahí, el problema se magnifica cuando una vez pasado esa legislatura, un grupo de persona se quiere presentar a unos comicios y de manera satisfactoria salen elegidos pero hacen lo mismo – incluso peor – que ya lo hicieron de manera pasada la anterior junta de gobierno.
«No somos perfectos señoría» – diría más de algún abogado en defensa de su acusado.
Y si no somos perfectos ¿Por qué seguimos cayendo en los mismos errores? ¿Somos el único animal que tropieza incluso cae dos veces en la misma piedra?
El pasado curso cofrade, escribí un artículo sobre la capacidad de saber escuchar y oir de las personas.
En vez de transformar nuestras hermandades en simples, burdos y absurdos «Cotos Privados» convirtámosla como ya se hacía en la antigua Grecia, en lugares públicos donde las tertulias entre hermanos y el buen ambiente sea la bandera – o guión en este caso – de la corporación a la que pertenezcamos