Adrián Zurera de la Peña.- EN EL NOMBRE DEL PADRE. Ese creador y maestro que su vida da por sus hijos. Educándolos en igualdad y con las mismas oportunidades. El Padre es aquel que sabe cuidar u de su hijo, ofreciendo toda su sabiduría y conocimientos para garantizarle una vida llena de buenos valores y próspera.
DEL HIJO. Ese seguidor de las enseñanzas del Padre, aquel vivo reflejo de los valores transmitidos, ya que el ser del hijo está influenciado y creado a imagen del Padre, el cual ejerce su saber para una mejor educación. El hijo, aquel reflejo de un padre, tiene la dura labor de intentar ser al menos semejante a su progenitor. El Hijo de Dios es el hombre predicador de la palabra de Dios, aquel llamado para ser el Salvador de la Humanidad. Extrapolado al ámbito cotidiano, el hijo es el ser creado para la sucesión de la familia, intentando mejorar los valores familiares y a menor medida la renta de la misma. En termino cofrades, el hijo es ese monaguillo, nazareno y posterior costalero. En muchas familias se intenta forjar y mantener la tradición costalera o saga de capataces. ¿Pero por qué no marcar otros compases? A veces somos bastante reaccionarios… Aun así transmitimos a la posterior generación nuestra Fe, valores cristianos y por qué no, nuestras tradiciones.
Y DEL ESPÍRITU SANTO. Esta parte de la señal de la cruz, se refiere al alma y en nuestro particular símil a esos sentimientos y cariño depositado en un hijo por el mejor de los padres. Aumentando el vínculo entre ambos y así forjar un estrecho lazo de amor paternal. El padre nos transmite esos sentimientos cofrades, la herencia de una vieja faja, la cual aprieta nuestros riñones en los momentos de flaqueza. Nos trasmite ese sentimiento de fe hacia los titulares de la Cofradía a la que toda la familia pertenece. Al igual, la herencia transmitida de unos valores cristianos. Sentimientos, amor, dulzura y ser mejor personas es lo que busca e inculca un padre a un hijo.
AMÉN.

Dedicado a la figura paterna y a todos los padres, en especial al mío.