Jerez despierta una vez más sabiendo que sin haber comenzado la Semana Mayor, todo se está acabando, los naranjos lloran azahar llenando las calles de un aroma que ya empieza a esfumarse ante la llegada de los primeros nazarenos en los próximos días, la Resurrección de Cristo Nuestro Señor, se acerca.
Todo aquel que me conozca sabrá que en tengo un gen del adn católico que se caracteriza especialmente por ser una persona enamorada de María Santísima.
Desde bien pequeño, mis padres me enseñaron la importancia que tenía el último domingo de Cuaresma, y como era habitual, me llevaban a ver a Madre de Dios de la Misericordia, como Hermanos de la corporación del gremio transportistas que éramos que aun seguimos siendo devotos de la cara más guapa que gubiara Sebastián Santos Rojas – con permiso de los Hermanos de la Estrella de Jerez, del Cerro y del Silencio de Sevilla – siempre me decía un hombre de la Hermandad que ELLA era nuestra segunda madre, nuestra Madre Celestial.
En el colegio me impartieron el carisma salesiano de San Juan Bosco y Madre Mazzarello, involucrándonos el amor a María Auxiliadora de los Cristianos – y como decía un animador de Sevilla – ¡y de todo el mundo!
Pero tengo que reconocer, que sea cual sea la advocación, el papel de María en la vida de Jesús,siempre me causó fascinación, curiosidad y pasión.
El pasado Domingo no pude ser testigo posiblemente de la estampa más bonita que haya podido ver nunca.
Dos madres, cara a cara, mirándose a los ojos, ambas con lágrimas en los ojos entendían lo que era sufrir y querer al mismo hijo. Juraría que a ambas les latió el corazón al mismo son y con la misma fuerza, una por entender todo lo que decía y la otra por ver la belleza que esculpiera Diego Roldán y que tengo el honor y la suerte de poder pasearla por las calles de nuestro Jerez.
«Qué cara mas bonita y que ojos mas perfectos tienes» me comentaron que una le dijo a la otra señora «Nunca pensé que tuvieses esa cara tan perfecta e Inmaculada» continuó y tras quitarse unas lágrimas de su rostro, se persignó, se inclinó le tocó sus bellas manos y de las besó. Se marchó, la dejó en su humilde morada, pero algo en ella cambió.
Es inevitable que se me salten unas lágrimas a imaginarme tan emotivo momento, pero la verdad es lo que me dijo una vez la que fue camarera de la Esperanza:
«Ella te llama sin avisar y te atrapa sin tu saber cómo»
Que gran razón lleva esta santa mujer, te llama y no puedes rechazarla.
El Domingo, mis dos madres, la que me parió y mi confidente, se miraron, se hablaron y se entendieron como nunca lo hicieron.
«Madre, aquí tienes a tu hija, hija aquí tienes a Nuestra Madre»
Foto: Jorge Cabeza