Se me olvido por un tiempo pensar que vivía en una ciudad catalogada de forma coloquial con el término “novelera”, de esas de que según en qué momento y lugar puede ser de una forma u otra, de un color u otro, de un equipo de futbol u otro, e incluso de una devoción de Cristo y María u otra.
Me equivoqué al pensar que vivía en una sociedad cada vez más racional, pero no es así pues se carece de criterio propio, siguiendo normalmente a lo que piense la mayoría o dejándose influir por líderes de opinión, los cuales parece que crean dogmas de criterios. Esto último no es del todo malo según la condición del líder, ya que, si aporta una opinión fehaciente y demostrable, está bien que haya quien la tome y quien la discuta, pero lo que nunca es aceptable que solo por ser determinada persona se tome como referente irrefutable.
Me equivoqué pensar que las personas, aunque sean de carácter pesimista o mejor dicho propenso a realizar criticas destructivas, pueden también reconocer e incluso alabar cuando algo está bien ideado, planteado y ejecutado, así como el trabajo y esfuerzo que lo mismo representa, pero claro una vez más cual pobre iluso recapacitas y te das cuenta, como se suele decir, que ese tipo de personas no dan puntá sin hilo.
Me equivoqué al pensar que un cofrade cuando realiza un trabajo, labor o función en su hermandad, en cualquiera de los ámbitos posibles, lo hace por amor sus titulares y mejoría de su hermandad, por desgracia también me defraude al ver que en algunos casos, no es más que un puro afán protagonista de dicha persona, aunque no son muchos los dados a esto, pero en segunda variable, si lo son los que la mejoría de la hermandad en cuestión la quieren cuando ellos realicen y aporten algo, sino incluso los hay que desean el mal de su hermano y de su hermandad.
Me equivoqué al pensar que con el paso de los años y llegar a la madurez las personas pierden la cobardía y ganan en honestidad y afrontar la vida de frente, pero te das cuenta que la edad no cambia a la persona y que la maldad incluso es acrecentada en su interior a la hora de opinar del prójimo, así como hacer criticas destructivas sin que tiemble el pulso, o no, ya que este último lo harán siempre y cuando no se sepa que fue él quien lo hizo, ya sea por hacerlos a tus espaldas para que te llegue de oídas sin dar la cara, o ya sea a través de las socorridas redes sociales para esconderse tras un perfil haciendo galantería de su valentía, desde el sofá de su casa sin que nadie sepa quién es.
Me equivoqué al pensar en estas y otras tantas cosas que podría describir, pero prefiero dejarlo aquí y pensar en los que me rodean que no se engloban en lo mencionado, aunque son pocos, muy pocos, pero solo por una persona de buen corazón merece la pena la vida, para todos los demás, primero indicarles que el sol nos calienta a todos por igual, no hace falta arrimarse a nada ni nadie, y segundo, para terminar, es cierto que el tiempo hace el olvido, pero a la vez el mismo tiempo es quien pone a cada uno en su sitio.