Allá en el rincón de la cabecera aparece.
El paso ennegrecido de los años enseña el verdadero valor de lo que presumiblemente fue una historia. Aquella, que empezó cuando hace poco mas de tres lustros, un grupo de chavales sintieron la llamada de la Virgen que con su cetro, protege a todo aquel que se siente pleno bajo su mirada.
La ternura del amor de María. El dividendo de lo vivido. Todo eso quiso la Virgen que apeteciera sentir en los sentidos. En la sencillez de su nombre os auxiliará siempre.
Atrás quedaron los sueños, la realidad es distinta. El estatutario balance que te hacen los años, siempre te devolverá a la memoria el trabajo que se hizo y el por qué del presente.
Pero Ella siempre será, la que con un solo devenir de su mirada, arrastre todo lo arrastrable con el fulgor de sus ojos.
Mientras la vieja medalla seguirá quedándose en el rincón de la cabecera…