Cuando lo verdaderamente importante deja de ser importante, ya no es tan importante. En este enjambre de palabras, creo que podríamos reflejar la sinergia que se desprendía el pasado domingo en la Procesión de Procesiones: la del Corpus Christi.
Lejos de estremecernos entre llantos y rechinares de dientes, pensando en que estamos fallando, debemos pensar en la verdadera virtud de encontrarnos a Cristo vivo en el viril emancipado en la Custodia.
La Procesión del Santísimo en Jerez se ha convertido en un mero trámite que pasa de puntillas cada año, en la que intentamos escudarnos cuán metáfora de improntas entre sales de colores y altares que lejos de ser numerosos, derrocharon al menos inquietud de demostrar los honores que se merece Dios por nuestras calles.
El Cabildo Catedral intentó dar un giro brusco, que organizativamente lució, pero no se entendió demasiado.
No se entiende el Corpus sin las Vísperas que acercan a muchos al Señor en la ciudad y no en las playas. Posiblemente la fórmula de años anteriores habría que mantenerla aunque el público, realmente participe dentro de la procesión que es lo verdaderamente importante.