Ayer domingo se cerraban las puertas del recuperado Callejón de los Bolos, poniendo el punto y final a una de las primeras exposiciones que en torno a la Magna Mariana se han previsto.
Probablemente esta cita haya sido la muestra de bordados más interesantes que han tenido lugar en nuestra ciudad durante años, acercándose quizás a la espectacular exposición «Cofradías, la huella del tiempo en Jerez» que inmersos en la pandemia se llevó a cabo en nuestra ciudad y que podríamos catalogar como lo mejor que se ha hecho hasta ahora en este ámbito.
«Con oro de Ofir» ha servido casi con toda seguridad para poner en valor no solo el hermoso patrimonio que poseen nuestras hermandades, sino el trabajo intenso que han efectuado un grupo de cofrades que lejos de buscar un afán propio de notoriedad, han ido sorteando todo tipo de obstáculos recorriendo un camino que no ha sido para nada fácil.
Posiblemente la exhibición haya sido para encender la «llama cofradiera» que nos llevará hasta el 12 de octubre, no dejando de sostener algunas carencias propias de no mantener unas prestaciones económicas precisas para ensalzar el cofradierismo.
Las manos estaban dispuestas y son las que han realizado el esfuerzo inmenso, para dar lugar a lo que se ha disfrutado y el éxito verdadero ha sido el de ellos, los que ya se están partiendo la cabeza por encajar un nuevo certamen está vez, con imágenes que para muchos nos resultarán totalmente desconocidas.