A Antonio Pastor, cofrade ejemplar de los Judíos de San Mateo.
27 de marzo de 1923
– Antonio baja, que llegamos tarde- dijo Gaspar desde el principio de la escalera.
-Voy, voy- dijo Antonio desde su habitación cogiendo el abrigo y el programa de mano para salir a la calle- ya estoy papá.
Padre e hijo salieron de su casa en el número 12 de la calle Francos, adentrándose en el laberinto de calles del viejo Barrio de San Mateo en la fría tarde del 27 de marzo.
– Papá ¿Por qué sale hoy esta Cofradía? – preguntó el niño con curiosidad mientras miraba el programa de mano.
– Esta Cofradía es muy antigua hijo, se remonta al siglo XVIII y hasta no hace muchos años salía el Jueves Santo. Pero debido a un percance con los cargadores de aquella época, dejó de procesionar. Hasta hoy que después de veinte años vuelve a las calles de Jerez- explicó su padre- Si no nos damos prisa, nos perderemos la salida.
Quedaba poco para las siete de la tarde cuando Gaspar y Antonio llegaron a una abarrotada Plaza de San Mateo. El ambiente que se respiraba era de expectación en las caras de todos los presentes. A la hora marcada según el horario se abrieron las puertas de la Iglesia de San Mateo y comenzaron a desfilar los nazarenos vistiendo la túnica roja y negra.
-Fíjate bien Antonio, el negro simboliza silencio del Señor de las Penas y el rojo por la Hermandad Sacramental que reside en San Mateo- explicó Gaspar a su hijo.
El asombro fue aún mayor cuando la imagen de Nuestro Padre y Señor de las Penas salió a la calle, con los sones de la banda del Regimiento Lanceros de Villaviciosa, ricamente exornada con flores silvestres y un foco que alumbraba a la imagen titular de la Hermandad. Al poco después se puso en la calle el paso que llevaba a las imágenes de María Santísima del Desconsuelo y a San Juan Evangelista conformando una Sacra Conversación única en todos los sentidos, el paso ricamente exornado fue acompañado por la Banda de Música del Hospicio Provincial cerrando la comitiva.
En ese momento Antonio se quedó atónito ante la bella imagen de María Santísima del Desconsuelo, quedando con el semblante pensativo el resto de la tarde. Junto a su padre pudo ver el paso de la Hermandad por la calle Por Vera y la llegada a la Plaza de Alfonso XII (actual Plaza del Arenal) donde el regimiento se retiró en el cuartel general.
La Hermandad realizó Estación en la Colegial del Salvador, a su llegada a la Plaza Belén se encendieron las bengalas que allí esperaban a la cofradía y donde se pudieron escuchar las saetas de los presos de la cárcel.
Antonio regresaba de nuevo a su casa de la mano de su padre, cansado por todas las emociones de ese día.
-Papá.
-Dime, hijo.
Armándose de valor le dijo a su padre:
-Yo quiero salir el año que viene de nazareno en San Mateo- dijo Antonio.
-Pero si nosotros ya tenemos una Cofradía, salimos en la Noche de Jesús en el Nazareno- le explicó Gaspar con tono suave y calmado.
– Papá, yo quiero ser de la Virgen del Desconsuelo.
-Ya que te veo muy convencido de ello, hablaré con mis primos para que puedas salir el año que viene con ellos el Martes Santo- dijo el padre viendo la inocencia de su hijo en sus ojos.
– Gracias Papá- dijo Antonio mientras caía rendido por el cansancio.
Un año más tarde, 15 de abril de 1924.
-Antonio baja, que vamos a llegar tarde- dijo Gaspar desde el principio de la escalera.
-ya voy- dijo Antonio- Mamá corre ponme la capa que no llego a San Mateo.
-Un momento hijo, que hay que cógele un poco el bajo- le dijo Pilar- ¿o quieres arrastrar toda la suciedad de Jerez con la capa?
-No, no- dijo Antonio hecho un manojo de nervios mientras se anudaba el lazo de la capa.
Padre e hijo salieron del número 12 de la calle Francos. A lo lejos se veía un nazarenito rojinegro de la mano de su padre en la tarde del Martes Santo adentrándose en laberinto de calles del viejo Barrio de San Mateo.
Al poco la familia tuvo que trasladarse a Madrid, pero eso no impidió que Antonio siguiese vistiendo cada año su túnica roja y negra. Todos los años regresaba a Jerez para reencontrarse con su Hermandad el Martes Santo.
68 años más tarde, 14 de abril de 1992, Martes Santo.
Bajo las jacarandas de la calle Porvera se ve de fondo llegar el palio de María Santísima del Desconsuelo.
En el lado derecho de la calle se encuentra Antonio junto a su mujer Maria Luisa, sus tres hijas y sus seis nietos viendo el paso de la cofradía. Ya mayor, tiene que verla sentado en una silla. Pero cuando ve que se acerca el palio se levanta y vuelven los mismos sentimientos que cuando tenía nueve años.
El paso se arria delante suya a la orden del capataz. De la presidencia se acercan dos nazarenos a saludarle, uno de ellos su hijo pequeño que lo abraza con cariño, el otro su amigo y Hermano Mayor Santiago Zurita.
Antonio miró fijamente a la Virgen del Desconsuelo, manteniendo una conversación que sólo ellos saben, de madre a hijo.
Se levanta el paso y la cofradía retoma su camino, mientras Antonio ve como su Virgen del Desconsuelo se pierde bajo el cielo de jacarandas de la Porvera.
Artículo publicado en el Nº6 de la revista «El Pertiguero»