Son las cuatro de la tarde de un día cualquiera del verano. Presuroso me sitúo entre el ir y devenir de las personas que se afanan por realizar sus compras en un conocido centro comercial jerezano, intento mantener las distancias -casi imposible- cuando me llega un mensaje al móvil en forma de nota de prensa.
La Hermandad del Carmen nos hacía llegar un comunicado por el que daban a conocer que la Santísima Virgen no contará con los sones de la Banda del Maestro Tejera el próximo viernes, decisión que viene preservada por un acuerdo en el que la Policía Local entiende que no hay distancias de seguridad en el colectivo hispalense.
Es en ese mismo instante, es cuando me percato de lo acontecido y vuelvo a mirar a mi alrededor: bolsas sostenidas me pasan casi por el lado, los individuos se pegan en las escaleras automáticas con su prisa adelantada a todos.
Pero no. No, no y no. Lejos de la rabia que podamos mantener porque los naipes de la baraja no se muestren sujetos frente a la estabilidad que tienen en su base, esto no puede ser un acicate negativo que nos revierta la felicidad que tendremos al contemplar el bello rostro de la Reina del Carmelo por las calles jerezanas.
Porque Jerez tiene suerte.
Suerte de tenerla como devoción fundamentada en la historia de la ciudad.
Suerte porque nuestras abuelas supieron inculcarnos ese amor hacía la Madre de Dios que ellas recibieron de sus madres.
Suerte porque no hay amor mas puro que un lleno diario en sus cultos.
Suerte porque en sus sienes se representa el hoy y el ayer de la orden carmelita.
Suerte porque no hay mejor manera de que los cofrades volvamos a la calle que de la mano de María, en esta advocación tan significativa.
Suerte porque las piedras en el camino fueron puestas, pero supimos esquivarlas en el momento indicado.
Suerte de ser del Carmen, con permisos de sus Mercedes.
Acompañemos a la Madre de Dios con nuestra oración. Con el recogimiento. Con el sentimiento que aflora al postrarse ante esa mirada que de manera tenue, nos mantiene sigilosamente a sus plantas no hoy, sino durante los trescientos sesenta y cinco días del año.
Y siempre dando ejemplo de que esto no es un capricho.
¡Viva la Virgen del Carmen!