José Ángel Ferrer García.- La llegada de la Cuaresma se ha adelantado este año y aún la sardina que se enterró en Cádiz hace dos días está aún vivita y coleando preguntándose por qué tan pronto.
Los barrenderos se afanan en limpiar los papelillos y las serpentinas tiradas durante estos días de carnaval en diferentes ciudades.
Comenzar la Cuaresma, es volver a ponernos nerviosos, buscar como locos el capirote, sacar las túnicas para que se le vayan cayendo las arrugas …
También comienzan a celebrarse los cultos en torno a nuestras hermandades, las cererías echan humo afanándose en entregar la cera y aún más para preparar la que alumbrará por las calles de Jerez a Cristo y a María.
Pero es verdad que estamos perdiendo una vez más el norte cuando empezamos a montar un altar de cultos, no importa cuántos candeleros pidamos a las hermandades con las que tengamos más confianza, no importa que la cera llegue a la corona de María Santísima, da igual que a sus lados pongamos cera y más cera y más cera para alumbrar un vacío que supongo que se intentará representar al Espíritu Santo.
Pero hay un rincón de la iglesia, donde las personas más mayores se acercaban en primer lugar y que generación tras generación se ha ido perdiendo esa visita obligada. Ese rincón a pesar del frío que desvela -ya que nadie se acerca a él- es importante recordar que sin este, la iglesia sería un local que está lleno de bancos de madera…
Hablo concretamente del Sagrario.
Hay iglesias que por suerte el Santísimo tiene la suerte de habitar en una capilla construida para su adoración, en otras se encuentra en el altar mayor y en otras se encuentran apartados de la vida cotidiana de la feligresía.
La relación de la cera con esto es importante ya que nos esmeramos a que nuestros titulares vistan con las mejores galas, que nuestros titulares estén alumbrados con la mejor cera y la candelería con la pseudo-plata más limpia, pero nos olvidamos de aquel rincón de la iglesia que está en muchísimas ocasiones oscuro, porque a alguien se le ha olvidado cambiar la velita roja que nos muestra que Dios está en ese lugar.
Nos olvidamos de los detalles más importantes, nos olvidamos que Dios también está con nosotros en forma de pan y vino consagrado.
Comencemos la cuaresma con buen pie y no nos olvidemos de éste tiempo litúrgico que tanto nos gusta pero del que tanto tenemos que aprender.