José Angel Ferrer García.- Hasta hoy no he tenido la oportunidad de escribir sobre el complejo mundo de la costalería. Es tan difícil, que hace un par de años le dedicaron un estudio psicológico titulado ¿Locos del costal? para que una persona que no sepa de este mundo lo comience a entender un poco.
El mundo – o como decían los antiguos, el submundo – lo podemos dividir entre capataces y sus equipos y costaleros, y desde hace tiempo creo que han perdido un poco el rumbo de lo que verdaderamente se tienen que dedicar cuando están al frente o debajo de un paso.
Parece que hay capataces que no sueltan su teléfono durante la época de nombramiento de las Juntas de Gobierno, tanto para coger una llamada como para comer un poco la cabeza a algún que otro miembro de Junta. Este año comienzan más pronto que nunca a convocarse las mesas redondas de capataces y creo que más de uno está tan deseoso de acudir a una de ellas como la de meter en su currículum el martillo de un paso nuevo. La función del capataz es muy importante ante los mandos de un paso, ya sea porque se encuentre en una calle difícil o estrecha o porque la inclemencias meteorológicas han complicado la estación de penitencia de la cofradía, pero después de acordarnos de los que se encuentran enfermos y necesitan esa ayudita divina, de los que se fueron, de los que han llegado a la familia y de los que están por venir, creo que delante de un paso no es el lugar para coger un papel y bolígrafo – pluma de pavo real para aquellos más barrocos o romanticistas –más adecuado para intentar imitar a Bécquer o a Machado contando largas historias o emocionando al público presente.
Lo mismo ocurre con los costaleros, ya que al parecer no tienen otro preciso momento para contemplar a la imagen que el día de salida obstaculizando a los acólitos, presidencias o a los mismos nazarenos de fila que se encuentran haciendo su pertinente estación de penitencia – lo de las camisetas con emblemas y lemas lo dejamos para otro día para no levantar ampollas ni tengan resquemor hacia mi persona – pero lo fuerte es que tú hablas con ellos y resulta que cierto número de ellos son analfabetos eclesiásticos, pondría la mano en el fuego para saber cuántos de ellos saben rezar el Credo, el Salve Regina o simplemente saben el significado que tiene el rezo del Santo Rosario, además los escucharás blasfemando sobre curas o la de misma Iglesia a la que pertenecen.
Ya lo dijo cristo cuando estaba crucificado “Pater dimitte illis, non enim sciunt, quid faciunt” que en español quiere decir “Padre perdónalos, no saben lo que hacen”.
Quizá deberíamos de preocuparnos individualmente de nuestra formación cristiana – también académica, pero no viene al caso – deberíamos de saber al menos en qué creemos y en qué se sustenta nuestra fe, saber cómo emplear los textos bíblicos en su día a día…
Pero eso ya sería una utopía ante la realidad de un mundo en la que el odio, envidia, rencor y las malas praxis es el pan nuestro de cada día.
Qué bien le vendría a más uno irse una temporadita a un bendito lugar de la borgoña francesa llamado Taizè para que aprendieran a rezar -porque “orar cantando es orar dos veces” – y a ser mejor persona, al menos con uno mismo y con los que te rodean.