Hay algunas puertas que muchas veces no están cerradas sino encajadas. Cuando el pomo es girado y el pestillo está en su sitio lo lógico es que no se pueda entrar. El problema está en cuando nadie se percata del estado que se encuentra la misma y esta se abre, se abre y además entra quien no tiene que entrar.
Algo de esto pasó -según me cuentan- el pasado viernes en el Cabildo Extraordinario de Elecciones de la Hermandad de la Buena Muerte. Básicamente lo que ocurrió es que todos aquellos que asistieron a estos comicios que se convocaban de forma cerrada, no se dieron cuenta precisamente de eso -o si ¿quien sabe?- entrando a votar hermanos que no llegaron a la segunda convocatoria convocada y si llegaron pasada esta. Lo que no sabían los que estaban dentro es que se tenían que esperar al recuento, sobre todo por respeto al candidato. Ahora tendrá que actuar el Obispado de oficio deshaciendo un entuerto, que tiene un precedente esta misma semana en una cita similar de otra corporación. Es lo que pasa cuando se está a base de «telefonazos» para conseguir el «quorum» o los votos necesarios.
Ahora vean la botella como ustedes quieran (no me refiero al caso de la corporación de Santiago, hablo de cualquier corporación en la que haya podido pasar algo parecido): un grupo de hermanos impugnan el Cabildo porque no se ha seguido la normativa, le encasquetamos el «sambenito» de que no quieren lo mejor para la hermandad o si es una pataleta de niños pequeños, pero sino se impugna y hacemos la vista gorda ¿quien dice que esto que ha sucedido no puede suceder en otra convocatoria distinta?. Fíjense que después pueden hasta recriminarles lo que pasó anteriormente.
¿A que si?