En un abrir y cerrar de ojos se nos ha ido la semana. La jornada del amor fraterno nos salpica en los ojos recordando que en especial estos días esa práctica se tiene que hacer más patente que nunca. El amor a los demás se debe reflejar en el sentido propio de quedarnos casa.
La verdadera Cruz es la que debe ser referencia en este valle de Lágrimas junto a María Santísima que nos mostrará el verdadero sentido de la Redención. María también conforta al que se acoge bajo su manto, invitándonos a orar junto al Señor, que será traspasado por la lanza de la verdad inerte y salvadora de la fe que nos da Gracia y Esperanza a través del Buen Fin. Y es que solo nos quedará ese Mayor Dolor de María que implora al cielo mientras nos muestra a su Hijo para que lo acojamos, pero no queremos.
Es por eso que al poco, yacerá en el silencio de la Cruz encarnando las Llagas de la Esperanza prometida. Todo será noche y todo se volverá oscuro, solo brillará la luz eterna del Nazareno que arrastrado por todo nosotros traspasa de dolor el dulce nombre de María que nos recordará que esa es la muerte buena. La única.
Es en el sentido de la Sentencia que estamos viviendo en estos días, la falta de amor compungido que nos regalan todos aquellos que sentimos lejos pero a la vez están tan cerca. Pero siempre recuerden una cosa, la mañana siempre será en verde, con olor a «yerbabuena» y azahar estresado en los naranjos, a café con churros por Corredera, a arroz con leche de las abuelas, a torrijas…frutos secos y canela…solo entonces, solo será ahí cuando nos demos cuenta que nos falta su mirada, la de la Esperanza….la de la eterna espera…