Los que pertenecemos a una generación de cofrades mas bien joven -aunque algunos ya peinamos la treintena de años- siempre tuvimos como referencia cofradiera, la de dos entrañables personajes. Uno era nuestro entrañable «Manolito» que tanta alegría y bondad derrochaba para con cada todo aquel al que se le acercaba, mientras que otro era el fiel escudero de nuestras corporaciones cuando se abrían paso para surcar las calles de nuestro Jerez, hablo de Emilio Ramirez Guerrero: «Emilio, el guardia».
El patrimonio material de las cofradías, aquel que está cuidado y mimado en las salas de las casas de hermandad, se queda totalmente eclipsado ante tales referencias y a veces, no nos damos ni cuenta. Es por ello que hoy desde este pequeño rincón, queremos darle su sitio, el de los privilegios que se merece un cofrade de «pro».
Pasaran los dias, las semanas y los años, cuando le contemos a nuestros nietos que conocimos a un hombre entrañable, que guardaba a todas las cofradías como si todas fueran suyas. Allá en las «cruces de las memorias» de la Semana Santa.
Foto: José Antonio Cirera