Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. (Mt).
Adrián Zurera de la Peña.- Póngase en situación, vas a una hermandad de la cual lo único que conoces son sus imágenes titulares y poco más. Te «obligan» a ir a uno de sus cultos internos. ¡Qué tostón, encima a unos cultos! pensará acertadamente y eso mismo creí a priori, adueñándose de mí una tremenda pereza. Luego, fríamente recapacité y las razones que encontré fueron sencillas y convincentes: voy por una persona especial -demasiado- y la más importante, será una nueva manera de acercarme a Dios.
Pues con esa idea preconcebida fui, la de encontrarme con Dios, una vez más, de un método diferente, pero igual al fin de cuentas. Todo parecía igual…
Iluso de mí, iluso… Por vaticinar esa errónea premonición, ya que esta vez, me encontré con Dios mediante la luz y la sombra, el canto de unas jóvenes voces y, lo más importante, mediante el impulso de una mujer por ver a su Señor. Me hallé con Dios tan solo unos instantes de una manera diferente -aun así, creo que tengo que repetir y cogerle más el gusto-, pero tan diferente, como única. Instantes que fueron eternos y suficientes -aunque nunca es lo demasiado suficiente para estar con Dios-.
Le tengo que ser sincero, me sorprendió ese recogimiento y respeto que se adueñó de los fríos bancos de aquella iglesia en su totalidad llena a las doce de las noche. Sí a las doce, esa hora en la que los jóvenes beben cubatas, pues allí estaban -sin cubatas, claro- para encomendarse a ese Señor incomprendido, a ese Señor tan digno, tan Grande, tan Misericordioso, Salvador de todo pecado.
La Salvación de Dios prendió los corazones de cada hermano, de cada devoto, que inundaban aquella iglesia enorme de hormigón, haciéndola pequeña. Además, de las centenares de velas alumbradoras y guías para llevarte a las plantas de Jesús y así besar su pie.
No sé si es la mejor manera de encontrarse con Dios o la más correcta. No me hizo falta besarle el pie; solo ver, oír, callar y rezar…
Lo único que sé, es que se hizo Iglesia, se ocuparon todas las bancas de una parroquia y se realizó vida de hermandad y en hermandad. Algo muy difícil en estos tiempos que corren.
Fotografía: Lucas Álvarez.