Adrián Zurera de la Peña.- Lector de elpertiguero.net tengo que pedirte disculpas. Perdón por sincerarme y contarte mis pensamientos, inquietudes o desahogarme por ver esas chapuzas realizadas por ineptos en nuestras hermandades.
Ahora, nos encontramos en la Natividad de nuestro Salvador, el Redentor y por lo tanto nos reunimos en torno a una candela para cantar y rendirle especial culto según nuestras tradiciones y folclore, aunque todo no es esto.
Llevando este tema a un terreno más personal, te aseguro que no tiene el mismo valor estas fechas cuando tu mesa está incompleta, cuando no percibes sinceridad o que la maldad sigue imperante en centenares de personas.
La Navidad no es igual cuando creces, cuando notas esa ignorancia reina y señora que manipula el pensamiento, cuando se pierde esa inocencia que hace disfrutar de estas entrañables fechas.
La Navidad pierde esa magia, esa ilusión cuando ves las atrocidades cometidas por nuestros semejantes y no puedes compartirlas con esos familiares que tanto les gustaban hablar sobre sus ideales, y como dije antes, se fueron.
La vida pasa y los años también, pero cuando nos reunimos en esa mesa llena de excesos de comida y bebidas, el tiempo parece retroceder y quedar parado ante la añoranza de los allí sentados. Recordando a los que un día se fueron y no volvieron, a todos aquellos que siempre permanecerán en nuestro corazón.
El único aliciente de muchas familias -y en esencia el verdadero- es a veces celebrar la Navidad como ese periodo donde recordamos a ese que nació en un pesebre y como dice el villancico «ese sí que es de vera, ese si es de verdad».