Adrián Zurera de la Peña.- Faltaron muchos en mi mesa, pero aun así, me siento dichoso. Sé que este tema nos toca a muchos de cerca, pero debemos de celebrar el nacimiento del Señor de la mejor manera posible, como antaño se hacía. Siempre he oído de la boca de mis mayores las buenas noches de convivencia que se pasaban en las antiguas casas de vecinos, donde allí la Navidad y el nacimiento del Niño Dios se celebraban entre todos ellos, como una familia, repartiendo y compartiendo siempre la comida a pesar de la miseria que por aquellos años azotaba a España.
Noto en nuestra sociedad esa carencia del verdadero significado de la Navidad, donde se ha ido degradando la moral cristiana. Puede sonar a tópico, pero es así, falta en nuestra vida un poco de esa forma de vida de Jesús, de esa humildad que desde su nacimiento desprendió; de la pobreza, misericordia, compasión y clemencia que en su vida repartió. Falta ese concepto de fraternidad y de familia que por aquel entonces en esas casas de vecinos reinaban, donde hasta pasadas las doce de la media noche se cantaba, bebía y se repartía la felicidad que hoy en día falta.
Hemos perdido en estas fechas esas tradicionales Zambombas, donde cada vecino ofrecía pestiños, un plato de puchero o lo que tuviera por casa. Ahora, son un reclamo comercial y turístico siendo como principal objetivo un cierto lucro de manera material. También siempre se ha ido a visitar los belenes o nacimientos por las diferentes entidades bancarias, colegios o iglesias. Pero ahora tienen un horario un tanto complejo para compaginarlo con las salidas familiares o simplemente no se sabe dónde están ubicados por la carencia de esa característica estrella luminosa en la puerta del lugar donde el nacimiento es expuesto. Por otro lado, observamos las cenas navideñas, las cuales van menguando con el paso de los años por falta de familiares en nuestra mesa, algo inevitable, pero aun así debemos de estar orgullosos de poder disfrutarla con los nuestros y del verdadero significado de la Navidad, el nacimiento del Salvador y no la llegada de Papa Noel en su trineo tirado por renos. Debemos de mantener nuestras tradiciones y creencias.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. [Juan 1:14].