Adrián Zurera de la Peña.- Este domingo día 29 se ha producido el día del “sin techo”. El día de todas aquellas personas sin un hogar, sin ese calor del mismo, el confort de un sofá ni ese maldito sonido de la alarma de las siete de la mañana para ir a trabajar-que ni eso tienen, trabajo-. Y es que nos preocupamos y ocupan un lugar en los informativos televisivos solo con motivo de esta “festividad” del pasado domingo. No sé si es por la proximidad de las fiestas navideñas, pero en esta época en la cual debería estar llena de fraternidad, compasión, ternura y solidaridad. Fechas donde abunda el consumismo, los banquetes familiares y los numerosos regalos, solo veo rabia, odio, rencor y tristeza.
Mientras, muchos de nosotros intentamos vivir de una manera honrada y humilde. Otros, compran un coche mejor al que ya tienen o piensan en cambiar el teléfono móvil, ya que el utilizado se ha quedado “obsoleto” en tan solo un año y medio desde su lanzamiento. Pensamos y nos interesamos solo en lo material y banal. Triste realidad que nos rodea y más cuando solo nos acordamos de estas personas en “su festividad”.
Ellos no tendrán ese calor de unos platos calientes en una cena navideña, ni ese calor del hogar. Tampoco esos deseados regalos al lado del Portal de Belén en el día de la Epifanía del Señor. Pero para esto estamos los cristianos y la fe, para dar calor a esas personas. No para ser compasivos, sino caritativos, ofreciendo parte de nuestro ser y de nuestra riqueza.
Ese calor que ellos reciben es un calor cristiano, lleno de misericordia como este año litúrgico. Misericordia que debemos emplear en nuestro día a día, que en estos días navideños aumenten para así ser mejores cristianos y más importante aún, para ser mejores personas ofreciendo lo mejor de nosotros mismos a todas aquellas personas que lo merezcan y necesiten. Porque Jesús nunca despreció a nadie, porque Él siempre tendió su mano ante los más necesitados.
Tomemos las palabras de nuestro Papa Francisco escritas en Twitter y hagamoslas nuestras: «Aprendamos a vivir la solidaridad. Sin solidaridad, nuestra fe está muerta. Pido la ayuda mundial para todas aquellas personas, las cuales son huérfanas de ese calor navideño y de esos regalos al lado del Nacimiento del Señor, solo visibles en sus sueños. Siendo su anhelo vivir bajo un techo que les cobije y tener así una vida decente.
Como Jesús nos amó, nosotros debemos amarle a Él y a los demás. El ser cristiano no es solo pronunciar un yo soy cristiano, sino demostrarlo ofreciendo un poco de nosotros, nuestra caridad y amor hacia los demás. Luego, No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. [Mateo 7:21].»