Con el corazón en un puño, como la mayoría de los rocieros durante estas fechas, me encuentro ahora mismo. Y es que la llegada del mes de mayo, el mes de María, nos ha traído este año un nuevo Pentecostés, pero por mor de la pandemia lolånga jeanskjolar two people fishing kayak asu football jersey ua old skool adidas nmd girls hypervenom nike acc rosenthal landscape breuning ringe minifalda vaquera el corte ingles amazon bodenfliesen bunt zwei bauchtaschen Switzerland adidas solar boost sizing adidas solar boost sizing vincha sexy sbelt manico basso 5 corde amazons peregrinos un año más nos hemos quedado con la Virgen en nuestras casas.
Haciendo memoria recordé con nostalgia mi primer, y por ahora único, camino. Y tomando prestadas las palabras de un buen sacerdote “No hacemos el Camino si no es por llegar hasta María, a nadie le gusta estar lleno de polvo y dormir mal si no es por saber que va a estar con la Virgen”, llegué a la conclusión de que yo no hago el camino si no es con el fin de encontrarme con Ella. Un camino que si Dios quiere pronto volveremos a recorrer, dejaremos de recordar cómo era para regresar y vivir y disfrutar junto a los nuestros.
Volveremos a llenarnos los pies de agua al cruzar el Guadalquivir, a escuchar sevillanas que suenan desde lo más profundo de nuestro corazón, a ver como Dios se hace presente en aquellos bellos parajes como es el Cerro de los Ánsares, a reencontrarnos con aquellos que vemos de camino en camino, a escuchar las letanías de es íntimo Rosario que cada noche se reza junto a la carreta, levantarnos el sábado para recorrer lentamente las calles Bellavista y Muñoz y Pabón entre sevillanas y cantos, y al fin enfilar la calle Moguer para encontrarnos ante Ella y darle las gracias por permitir un año más estar ante sus plantas.
La suerte que tenemos los rocieros es que la Virgen no nos abandona, siempre está con nosotros en nuestro día a día, puede que sea en la estampa de la cartera, en la cadena que llevas al cuello o ese cuadro que tienes en tu cuarto que siempre te da los buenos días. Esa cercanía es la que hemos vivido este pasado domingo cuando un pedazo del camino se hizo presente en la Plaza de Toros de Jerez para que el Espíritu Santo derrame sus dones en nosotros, sus hijos que a través de María vamos peregrinando a su encuentro en Pentecostés.