¿Qué decir del tiempo…?
El tiempo es eso que juega a nuestro favor o en contra nuestra, es juez imparable que dicen que coloca a todo y a todos en su lugar, ese que avanza inexorablemente. El tiempo, ese del que dicen que cura las heridas más profundas y amargas y ese que el cofrade parece tener una relación de amor-odio a partes iguales cuando llega nuestro Tiempo.
Jugaba a nuestro favor, cuando hace apenas 20 días comenzaba la cuaresma y parecía que las horas no pasaran, que no eran capaces de arrancarles días al calendarios, que las manecillas de cualquier reloj se perdían entre los primeros montajes de altares, o que se detenían al ver aquellas reviras eternas de los primeros ensayos de aquel febrero que nos parece ya tan lejano o que jugaban a esconderse entre los primeros vía crucis, y besamanos.
¡Ay!, el tiempo.
Ese mismo que avanza inexorablemente, ese que cualquier domingo entre besamanos se deja ver por las esquinas, como queriéndonos decir que algo trama, que no nos olvidemos de él ya que en cualquier momento hará una de las suyas. Y cuánta razón tiene, porque cuando menos te lo esperas, cuando crees que se ha ido, que sigue jugando a tu favor, y que siempre será tu aliado, justo entonces, se vuelve en tu contra, y se vuelve en tu contra como alma que lleva el diablo, como si te faltaran horas en el día, días en las semanas y semanas en los meses.
Que desagradecidos somos los cofrades con el tiempo, le exigimos que vuele y después que se pare, le decimos que nos lleve al día con el que todos soñamos, y después le pedimos que nos deje en ese momento eternamente. Pero, queridos amigos, el tiempo siempre avanza, nunca se detiene.
Por eso, todo en esta vida debe ir a su debido tiempo, y ahora es el nuestro. Es el de perderse en el aroma del azahar, el de encontrarse con la dulce mirada de una madre, o con esa imagen de la túnica planchada que espera paciente a que llegue su momento. Es el tiempo del olor a incienso por cualquier esquina, de marchas que acompasan el paso por cualquier pasillo de una casa cualquiera. Es el tiempo de papeletas, de olor a cera y ‘’puchero’’, tiempo de degustar las torrijas que tu abuela hizo con tanto cariño y dulzura.
El momento de sacar la molía, preparar los «tiestos´´, el tiempo de convertirnos de nuevo en niños y disfrutar con su inocencia cada momento, el tiempo de acudir a tu casa y encontrarte con viejos amigos de nuevo, el tiempo que rápido acaba, y que tenemos un año en nuestro pensamiento.
El tiempo cofrade por excelencia, del que parece que pretendemos deshacernos, sin pensar que en unos días, echaremos de menos de nuevo el tiempo, el que nos preveía una Cuaresma eterna, y de las manos se nos está yendo.
Cada cosa a su debido momento.
Por eso, disfruten eternamente del Tiempo.