Ildefonso Roldán Macias.- Por más que algunos no lo quieran ver, o quieran dar su propio sentido a estas fechas, lo cierto es que estamos inmersos en la pascua de la navidad, con la alegría de que ha nacido el salvador y redentor del mundo, pues eso es el sentido de estas fechas para un cristiano, siendo junto con la pascua de resurrección, las celebraciones litúrgicas más importantes del año, pues son los principios fundamentales de nuestra Fe.
Ambas tienen un periodo previo de preparación y meditación (cuaresma y adviento), y ambas tienen un periodo duradero de celebración y no sólo la celebración de la solemnidad en sí.
En el caso de la navidad en el que nos encontramos todos conocen como celebración principal, la conmemoración del nacimiento de Cristo el 25 de Diciembre, así como por estos lares es también conocido el día de la solemnidad de la epifanía, por ser el día de en qué SS.MM. los reyes magos de oriente visitan a niños y niñas, dejándoles regalos y llenando de ilusión una de las mañanas más bonitas del año.
En este sentido no quiero dejar pasar que lo que realmente se celebra tal día es la presentación de Jesús al pueblo, siendo en éste caso en particular la adoración de los reyes magos al mismo.
Dicho esto la pascua navideña nos deja más citas importantes, no ya tan conocidas como son: la solemnidad de la Sagrada Familia, Domingo siguiente a la Navidad; la solemnidad del bautismo de Jesús, Domingo siguiente a la epifanía y cierre del tiempo litúrgico de la navidad; y la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios.
Santa María, Madre de Dios se celebra el día 1 de Enero conmemorando la maternidad divina de la virgen, que el verbo se encarnó en María y habitó entre nosotros. Iniciamos el año mirando la desbordante ternura de la Virgen – Madre, con su hijo hombre – Dios. Toda la grandeza de María está en ese Niño divino. En su hijo nos sentimos hermanos y la queremos como Madre. Ella nos alimenta con su intercesión, nos anima con su ejemplo, nos espera en el reino de su Hijo, nuestro hermano y Señor.
Es la celebración cristiana más antigua en honor a María, así como dogma de fe, siendo también lógicamente el más antiguo de todos y posiblemente el menos conmemorado en la actualidad debido a la fecha.
El título «Madre de Dios» es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene.
Yo he querido en esta ocasión hacer una mención especial, pues aunque parezca que dicho día sólo se celebra la llegada de un año nuevo con nuevos propósitos, los cristianos y en especial los que realizan sus ruegos a través de la intercesión de la Santísima Virgen comenzamos el año pidiendo la protección de la madre.
Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: «La Madre de Dios es también madre mía». Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: «He ahí a tu madre», ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?
Por eso no hay que olvidar que un año nuevo comienza, pero menos aún hay que olvidar a la Santísima Virgen a la que todo le debemos, para que nos proteja y nos guíe un año más y así nunca perdamos la esperanza. Feliz año Nuevo todos.