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EL STIPES: «Las cosas claras» por Ildefonso Roldán Macías

Ildefonso Roldán Macías.- Cuántas veces habremos oído o usado ese viejo refranero español, cuanto de verdad tienen todos esos dichos, transmitidos de generación en generación, en esa historia no escrita del ser humano, cuanto hay que aprender de todos ellos y cuanto nos han ayudado, en fin, un patrimonio inmaterial digno de alabar y ser reconocido; y haciendo uso del mismo:»Refranes que no sean verdaderos y febreros que no sean locos, pocos».
Pues bien, en todo ese listado con dichos más o menos conocidos o usados, consta ese que expone «las cosas claras y el chocolate espeso» al cual no le falta razón, pero en el que había que especificar a muchas personas, que el ser claro le honra, pero que además debe ser en presencia de las personas al cual influye de una manera u otra su comentario y que sea consecuente del mismo y de sus actos.
Cierto es, por desgracia, que en las hermandades, reflejo de la sociedad, en muchas ocasiones no existe claridad en: exposiciones, acciones, decisiones, elecciones ni explicaciones de las cuatro anteriores, cosa que realmente no puedo llegar a entender, ¿hay miedo a ser claro?, ¿hay conveniencias de algún tipo?, o sencillamente como ya dije una vez, hoy en día faltan hombres.
Además de la claridad, también es cierto que debe existir el diálogo ya que nadie tiene la verdad absoluta, por supuesto, y no puede imponer sus ideas, ostente el cargo que ostente a base de exigencia, al mismo tiempo de que debe ser consecuente como dije anteriormente.
Todo esto que expongo parece tan sencillo y tan obvio que se queda sólo en eso, pues muy pocas personas son consecuentes de sus actos o no son conscientes de los mismos, sobre todo por una cuestión que he oído y pensado mucho en los últimos días, que no se tienen los conceptos claros.
Cada vez me confirmo más a mí mismo que la mayoría de las contrariedades que se suelen producir es porque no se tienen conceptos bien definidos y se pierde el sentido y significado de todo, entrando siempre en banalidades que nublan el entendimiento y hacen perder la senda correcta.
Ahora que nos encontramos en tiempo de Adviento, tiempo para la reflexión y la mejora personal, a la espera del nacimiento del salvador; podría tomarse esta premisa como objetivo y estoy seguro que renovaría todo nuestro entorno, pues el sentido de la navidad es ese y no otro, que también está desvirtuada.
Con respecto a las hermandades , dejemos a un lado de una vez protagonismos y satisfacción personal, pues nadie es imprescindible ni especial, ni nadie será eterno, sólo nuestros sagrados titulares , que sí son la verdad y el sentido de todo.

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