“El Silencio, la Humildad y la Paz: caminos para fortalecer nuestras Hermandades”, por Ángel Heredia Barea
En nuestra vida de hermandad, es natural que surjan momentos de desacuerdo y conflicto. Sin embargo, como seguidores de Cristo, es esencial recordar que, en ocasiones, el silencio y la humildad son las respuestas más sabias ante los ataques.
El Evangelio nos enseña que, en momentos de incomprensión, debemos optar por el camino del amor, la paz y la paciencia, tal como nos lo mostró nuestro Señor.“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra en herencia” (Mateo 5:5).
La mansedumbre no es debilidad, sino fortaleza. No es un acto de sumisión, sino de sabiduría interior que confía en que la verdad de Dios se manifestará a su tiempo. Cuando decidimos no responder con ira o palabras hirientes, estamos eligiendo caminar en humildad, y esta es la actitud que Cristo nos invita a cultivar.
A veces, las críticas públicas y las divisiones surgen en nuestras hermandades, pero debemos ser conscientes de que quien se dedica a difundir ataques y opiniones destructivas no busca el bien común, sino la autocomplacencia. “El que siembra discordia entre hermanos” (Proverbios 6:19) se aleja de la verdadera misión de la hermandad.
Las críticas públicas, especialmente cuando no son constructivas, solo sirven para alimentar el ego de quien las profesa, creando divisiones y alejando a la comunidad del propósito común de servir y crecer juntos en la fe.No responder a estas críticas no significa que estemos aceptando o aprobando el mal. Al contrario, nuestra postura es un acto de fe y un testimonio de que no estamos interesados en la autocomplacencia ni en alimentar disputas innecesarias.
En lugar de entrar en la rueda de la confrontación, elegimos seguir el ejemplo de Cristo, quien, a pesar de ser injustamente acusado, no respondió, sino que confió en la justicia divina. “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (Romanos 12:21).
Es importante recordar que, aunque decidimos no responder a las críticas públicas, esto no significa que no valoremos la corrección o el consejo fraterno. Al contrario, buscamos el diálogo y el entendimiento en espacios adecuados, siempre con un corazón dispuesto a la reconciliación.
Sin embargo, en el espacio público, el silencio no es una retirada, sino una afirmación de nuestra dedicación a la unidad y al bienestar de la hermandad. Este silencio nos permite no solo evitar el daño que las críticas puedan causar, sino también evitar que la atención se desvíe de lo realmente importante: el amor fraterno y el servicio a nuestra comunidad.San Pablo nos exhorta a “revestiros de sentimientos de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente” (Colosenses 3:12-13). Siguiendo estas palabras, podemos construir una hermandad más fuerte, donde la comprensión y el perdón sean los pilares que nos unan, no las críticas que nos dividen.
Hermanos, la paz no se construye con palabras que dividen, sino con acciones que unen. El silencio, en muchas ocasiones, es la respuesta más sabia. No respondemos porque confiamos en que la verdad, guiada por Dios, siempre prevalecerá. Y, al elegir no responder a las críticas, reafirmamos nuestro compromiso con el bienestar de la hermandad, buscando siempre el bien común y la gloria de Dios, no el reconocimiento personal ni la satisfacción del ego.
Que la paz y la unidad de Cristo nos guíen siempre en nuestra misión común, y que, con humildad y paciencia, sigamos construyendo la hermandad que Él nos invita a vivir: una hermandad unida en amor, servicio y fe.