Juan Antonio Vidal Dorado.- A las puertas de la Natividad del Señor, aún María espera el parto, está expectante, aguardando, como toda la Humanidad, por la venida del Salvador. De la Estrella nacerá el Sol, y esa luz debe llegar a todos los rincones porque el Verbo se hará carne para habitar entre nosotros. Pero María espera, y no desespera.
Son días en los que las felicitaciones se hacen extensivas, muchas veces mal formuladas, porque los cristianos debemos felicitar la Navidad y no las fiestas, de sentimientos, de hacer caridad con el prójimo, de pedir salud sino te toca la lotería y de tener esperanza en que el próximo año será mejor que este que se despide. Pero es ahí donde como hombres nos equivocamos, porque María, siempre nos da Salud y Esperanza, muchas veces cuando la buscas, y otras, cuando Ella te encuentra.
La Salud y la Esperanza, ¿cabe más amor en menos letras? Quien tiene Salud lo tiene todo, quien tiene Esperanza nada le falta, porque dicen que la Esperanza es lo último que se pierde, y se perdió para encontrarla en el Polígono de San Benito. Yo no fui a buscarla, vino Ella a mi encuentro, porque sin ir al primer templo jerezano Ella quiso ir a su “catedral” que fue por unos días San Juan de Letrán. Y allí, entre rezos del Regina Coeli, flores y el amor de su barrio, se fue haciendo un hueco, y a su marcha, dejó un vacío en la capilla que ya sueña verla dándole frente un Martes Santo cuando vuelva a su casa. Ella vino, y se trajo la Salud y la Esperanza, y la repartió por Jerez con el rezo del rosario tras su paso, y se hizo patente en cada tarde cuando las tatas del Polígono cogían el autobús para no dejarla sola, y fue un canto de alegría cuando el grupo infantil del Nazareno le agasajó con una lluvia de pétalos a su llegada. Porque nos trajo la Salud y la Esperanza, y la alegría, y los sueños por cumplir, y la solución a los problemas y el remedio de los males, porque habiendo Salud, la Esperanza todo lo puede. Una advocación que concentra todo lo que un hombre puede pedir, la Salud de cuerpo y alma, y la Esperanza de prosperar, la Esperanza del que sufre, la Esperanza de esperarla a sabiendas que Ella siempre acudirá a su cita.
Son días de pedir Salud y Esperanza, yo te lo pido desde que te llevaste mi rosario, ese con cuentas desgastadas de Miércoles Santos muy duros, enganchado en tú cintura. Ya siempre tendrás algo mío, aunque yo salí ganando, me quedé para siempre con la Esperanza de que serás mi fuente de Salud.