Juan Antonio Vidal Dorado.- No puedo ocultarlo, porque no lo entiendo, y tengo que desahogarme poniendo negro sobre blanco en la oportunidad que me da esta web de escribir quincenalmente. Estas noches de enero, en el que el frío empieza a arreciar, si paseas por el centro y te detienes en las iglesias, las ves llenas de gente. La mayoría de las veces, jóvenes ilusionados que buscan hueco en las cuadrillas de costaleros para sacar su cofradía o el paso que les gusta. Gente que busca el primer sitio entre las bancas para que el capataz les vea, que llevan meses pensando en el calzado que llevarán por si el hueco es en un palo u otro, y que se desviven por este mundo, que tan bonito es, pero cuando se vive desde la Fe.
Y ¿por qué digo esto? pues porque media hora antes de las igualás, las iglesias suelen tener eucaristías y están vacías; cada hermandad tiene al menos un día de apertura de sus templos con eucaristía, o simplemente para visitar el Sagrario y a nuestros titulares y están solos, sí, solos como la una. Porque nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, como dice este antiquísimo refrán, y solo somos cofrades cuando llegan los días “señalaitos”.
A veces nos perdemos entre bordados de Esperanza Elena Caro, en orfebrería de Landa y en las maderas talladas de Guzmán, a veces sólo miramos, pero no vemos, que tras toda la parafernalia que mueve el mundo cofrade está Dios. Que las cofradías son un medio y una forma de vida, pero no el fin, porque el fin es estar cerca de Dios. Por eso no entiendo que ahora haya multitud cuando durante meses hay soledad, que ahora todos quieran ser los primeros cuando tantas veces le hace falta a Cristo que seamos sus costaleros llevando la Fe, la Esperanza y la Caridad a los que nos rodean y miramos para otro lado.
No nos equivoquemos, ser costaleros es mucho más que ir debajo de un paso, ser costaleros es llevar a Cristo, portar a Cristo, y quien lo porta es incapaz de olvidarse de Él ni un solo día de su vida. Ser costaleros es poner tu vida en las manos de la Virgen y consagrarte a Ella, a sabiendas que nunca te fallará. Ser costalero es una forma más de vivir la Fe, quizás muy privilegiada, porque debajo de un paso se puede experimentar mejor que en ninguna parte que Dios está con nosotros.
Por eso tenemos una oportunidad de oro esta Cuaresma de acercarnos a las iglesias, ir a los cultos, recibir los sacramentos y prepararnos para lo que viene, y cuando todo acabe, el Domingo de Resurrección, volver a verlos y a rezar ante Ellos, porque siempre hay algo que agradecer y algo por lo que pedir. No volvamos a dejarlos solos en sus altares hasta que lleguen los días “señalaitos”, aunque, si nuestro amor los olvida, Ellos no se olvida de nosotros. Amor con amor se paga, sólo hay que buscar un hueco e ir a verlos, así se es costalero, porque llevarás a Cristo muy dentro.