Está llamado a ser una de las grandes obras de la Semana Santa del futuro. No lo dice este que suscribe porque el código postal al que tanto nos remiten en San Benito le toque de cerca, pero es que no podemos obviar que la fórmula que es esa gran ecuación en forma de paso de palio y que cada Martes Santo cobija a María Santísima de Salud y Esperanza, roza la perfección.
No lo digo yo, puesto que tras haber pasado unos días de ese arropo que necesitaba la junta de gobierno que encabeza mi amigo Damián, todo el que vislumbra el futuro techo del verde paso de palio duermevela de los hermanos de San Benito, no encuentra motivo para la crítica negativa. Un auténtico gozo del que disfrutaremos mas tarde que pronto, contando con el diseño espectacular de Pedro Palenciano y las obras pictóricas de un joven desconocido Ignacio Rangel, pero que como siempre ocurre descubren los cofrades del Polígono.
Un joyero que sigue marcando sus pasos, sin prisas pero sin pausa y que allá cuando las canas pisen el poco cabello que nos quede en un futuro, los cofrades de la ciudad podrán estar orgullosos de su categoría.