Alejandro Fernández.- Aunque ustedes perciban que nos ponemos melancólicos -no es para menos- no debemos estarlo. Aunque la jornada del Sábado Santo nos deje fuera de juego y sin saber que hacer, no lo estén. Aunque la Piedad hiciera que rebrotara esa sensación inerte de que esto todo ha terminado, no lo piensen. Sigan disfrutando de ese resquemor que nos dejaron las cofradías que cierran la Carrera Oficial porque hubo auténticos momentazos. La Exaltación volvió a enamorarnos de una cofradía pura de barrio: desde que le Cruz de Guía hasta el último músico de la banda del palio, derrochan esa humildad inerte que siempre llegó desde las Viñas. De Loreto no sabes donde elegir, se disfruta en el momento a momento, la delicia de su llegada a San Pedro nos dejó con momentos de cofradía romántica bien plantada en la calle. Y si la mañana es de la Esperanza, la tarde es del Cristo. La corporación de San Telmo vivió su año especial de exilio con muchísima entereza, derrochando la grandeza de esta corporación que marca sus tiempo tras la estela que deja la Virgen del Valle. La Semana Santa se cierra con dos palio inmejorables: la siempre hermosa Virgen de la Piedad junto al Duelo -con un cuidado y escogido repertorio de marchas procesionales acorde con la cofradía- y la Soledad, que se adueñó de las miradas de todos los que fuertemente nos agarramos a sus clavos.
Pero si, aun todo no ha terminado. Aun nos queda un cartucho junto a Jesús Resucitado.