Adrián Zurera de la Peña.- No voy a explicar el motivo de la procesión de la imagen del Señor del Gran Poder, la salida del Cristo de las Misericordias de Sanlúcar de Barrameda ni la futura procesión de la “Reina del Transporte” este domingo. No.
Tampoco voy a dar lecciones ni defender o criticar –aunque esto último sea raro en algunos de mis artículos, lo sé-.
Hoy, os traigo una particular reflexión que realicé este domingo por la noche sobre el transcurrir del Gran Poder en las jornadas del jueves y domingo. En estas dos salidas, el Señor de Sevilla no permaneció solo en ningún momento por las calles de la vieja Híspalis, las cuales estuvieron abarrotadas de fe y clamor popular para contemplar y tener cerca, muy cerca, al Nazareno que gubiara Juan de Mesa.
¿Acaso el cristianismo es una farsa? ¿Es todo una mentira de la Iglesia? ¿Dios existe? ¡Qué se lo pregunten a Sevilla! Que se lo pregunten a esos sevillanos o tal vez a esos cofrades y cristianos que llenaron varias centenas de asientos en autobuses llegados de toda Andalucía y España –y es que el acento delata-.
¡Qué vengan a Sevilla y lo pregunten! ¿Dios existe? En la Plaza de San Lorenzo –cerquita de la Alameda de Hércules- tienen la respuesta y os digo que negativa no es, puesto que este domingo fue mudo. Este domingo caminaba de frente y sin mirar atrás. La fe fue una mirada que no volvía atrás con cirios color tiniebla que lloraron, tanto que llenaron los adoquines de lágrimas y las calles de un silencio sepulcral, de esos que encogen el alma.
¿Seguís aun sin creer? ¿Todavía tenéis dudas? Entonces es que no estuvieron en Sevilla para ver a Dios pasear.