Dice el físico de partículas D. Antonio Delgado @nlclhc que es necesaria una predicción para saber con cierta precisión el tiempo que hará en los días de Semana Santa (que son los que nos interesan).
Igualmente, dice que los modelos solo son eso: modelos.
Previsiones en base a históricos y al supuesto movimiento de anticiclones y borrascas que se tercien.
Un modelo no supone nada fiable; y un pronóstico a cuarenta y ocho horas vista es lo más acertado para saber realmente qué va a ocurrir.
Esto es lo que se llama aplicar el método científico en base a criterios testados tras análisis, investigaciones y observaciones.
Toda esta parrafada sirve (al menos a mi) para continuar con el segundo capítulo de estos cronicones dedicados a la #Madrugá17.
Ya se comentó en el anterior cronicón: no se había cerrado la herida abierta desde el año dos mil.
Han pasado dieciocho años y la situación vuelve a repetirse una vez más.
Constantemente nos piden los poderes públicos, las fuerzas de seguridad del estado, y los organismos creados para la seguridad en Semana Santa que debemos confiar en ellos.
Lo cierto es que cuesta trabajo creer cuando, tras estos dieciocho años, han sido incapaces de ofrecernos una versión creíble de lo ocurrido el 2000.
Recordemos que es irrisoria la versión (oficial) que argumenta que todas esas “carreritas” de año dos mil fueron originadas un señor (de etnia gitana) que iba con un cuchillo en mano por la plaza de la Encarnación.
Si le diéramos credibilidad a esa versión, flaco favor se le haría al método científico.
Si es difícil darle credibilidad a algo no resuelto a “ciencia cierta”, menos a una investigación que se cerrará con nocturnidad y alevosía en uno de esos meses en los que el interés y atención se centra (por ejemplo) en una tumbona playera .
Nadie sabe qué pasó en el dos mil. Y lo peor de todo es que quedan enormes incógnitas dieciocho años después. Ya han sido varios años de lo mismo, y nada ha sido concluyente: todo modelos, nada de predicciones.
Ahora pedirán de nuevo la confianza en los que nos gobiernan y los que nos protegen. ¿Habrá que dársela de nuevo?