La Semana Santa coincide con el estallido de la primavera, la luna de Nisán, los primeros brotes de azahar (en función de la climatología), y las traicioneras lluvias.
En los últimos años también tenemos los estallidos de “carreritas” y avalanchas. Este año ha vuelto a ser en Sevilla, y lamentablemente, ha ocurrido por primera vez en Málaga.
Bajo mi modesta opinión lo ocurrido en estas localidades (y en alguna más que otra) no afecta únicamente al mundo de nuestras Hermandades y Cofradías: es un reflejo de la sociedad en la que vivimos.
Peleas, falta de respeto, mala educación, improperios e insultos al paso de las Cofradías, provocaciones gratuitas y, para colmo, dejadez de funciones de ciertos entes públicos se ven no solo en Semana Santa, sino todo el año.
No olvidemos que estamos en alerta antiterrorista nivel 4 (4 de 5, ojo) y que constantemente estamos viendo lo fácil que es atentar contra la ciudadanía en otros países de esta Europa nuestra. Es normal y comprensible que el ciudadano esté en constante alerta.
Durante este tiempo de Pascua, y visto desde la perspectiva, iremos desgranando el porqué de todo esto que ha ocurrido, que no es nuevo (desde las famosa Madrugá del 2000 en Sevilla), y que nos hace pensar en un futuro incierto en torno a nuestra Semana Santa.
Por cierto: a los ciudadanos nos gustaría saber de una puñetera vez saber qué ocurrió realmente en el 2000, y qué ha ocurrido este 2017; porque ni la versión oficial, ni el informe policial convencen ni a un iluso.