Llegó a su fin, la segunda Semana Santa de la pandemia del Covid-19 llegó como siempre llega la primavera, terminando con la espera del Domingo de Gloria que nos ofrece la victoria de la vida con Cristo resucitado. Una Semana Santa atípica pero llena de verdad, una Semana Santa que ha ofrecido momentos únicos y ausencias también únicas, como las filas nazarenas, el brillo del Sol en las imágenes y algo que quiero tanto como son los costaleros.
La ausencia de los costaleros en esta Semana Santa que hemos vivido la ha dejado vacía de ese sentimiento que aflora cuando el Señor o la Santísima Virgen se mueven en cortas “mecías”, caminando al frente o revirando a esa calle oscura y estrecha tan esperada por todos. Zapatillas, fajas, molías y costales quedaron guardados y notamos esa falta de vida que los obreros de Dios ofrecen a las cofradías en nuestras calles, invitando al rezo y el refuerzo de la fé.
Siempre comparé a los costaleros con aquellos hermanos visitadores que transportaban, de manera rotatoria a los hogares, esas imágenes pequeñas que facilitaban momentos difíciles y de agonía de sus devotos. De manera semejante, y a pesar de la ausencia de costaleros indicada, podemos decir que la esencia del trabajo costalero se ha visto reflejada en otros actos de la Semana Santa que hemos vivido. Ejemplo de ello, son los actos de veneración que hemos disfrutado en los templos, algunos teatralizando esplendorosamente momentos evangélicos como el Prendimiento o la Sagrada Cena, algunos llevando sus Imágenes a las puertas, como ocurrió con las hermandades de la Sed y la Misión Redentora, incluso cobijando a la Virgen bajo palio, como pudimos ver a la Esperanza de la Yedra y a la siempre guapa y excelsa Virgen de la Misericordia en la Merced. Sin duda alguna, en todas las hermandades ha habido priostías llenas de esencia costalera.
El costalero acerca las Imágenes a sus fieles, siendo destacable el momento vivido en la mañana del Viernes Santo, salía Jesús a Cristina y el escalofrío entraba en el cuerpo. De la misma manera, nos acercaban al Señor y la Virgen los miembros de las hermandades que salían a la calle para ayudar en todo lo posible, con la intención de que las largas colas fueran ágiles, sin privar a nadie de su momento de oración. Y qué decir de los medios de comunicación, que trabajo tan sacrificado y provechoso, ofreciendo amplia cobertura sobre todo lo acontecido, llevando los momentos a todos los que ni siquiera, pueden salir de casa…
Que fácil es ser costalero, eso dicen algunos, basándose únicamente en la proliferación de hombres que hoy día entran bajo los pasos, sin pensar en lo difícil de su labor, hacer sentir. Es por ello, que sabiendo lo dura que se hace la espera para ellos, y que a pesar de su ausencia en la Semana Santa, sigue existiendo la esencia costalera, digo bien alto que.. ¡Dios bendiga a los costaleros!