«Los grandes nunca mueren, sólo se ausentan para ser recordados»
El pasado día 26 de agosto falleció nuestro hermano Diego Aguilar Morión, tras una larga enfermedad – ¡maldito bicho! – que supo llevar con cristiana resignación.
Hablar de Diego es hablar de mi hermano y amigo; una persona muy querida en el seno de nuestra hermandad de ‘La Borriquita’, así como en el mundo cofrade en general. Pero sobre todo, Diego era un lasaliano por los cuatro costados.
Nuestra amistad comienza a forjarse a principios de los años 80 del pasado siglo, cuando un grupo de jóvenes -que compartíamos ilusiones y desengaños, aprobados y suspensos, juegos y estudios, amores y desamores y algunos la grata fortuna de encontrar trabajo en aquellos tiempos-, tuvimos la dicha de poner en marcha la ‘Junta Juvenil’ de nuestra hermandad y vivir y sentir aquellos maravillosos años.
Como miembro de la ‘Junta Juvenil’, Diego fue partícipe del cambio de rumbo de los destinos de nuestra cofradía. Aquella ‘Junta Juvenil’ desde la que él tanto trabajó, marcó un antes y un después en la historia de la hermandad. No sería posible entender el hoy de ésta sin la repercusión, sin la huella que grabara aquella generación que puso en marcha el ‘Ciclo Cristo Rey’, que este año cumplirá su cuadragésimo aniversario y cuarenta y cinco ediciones.
Diego además de ser un gran hombre, ha sido una gran persona y sin lugar a dudas un grandísimo cofrade que, con su aportación, su entrega, trabajo y sacrificio desde muy joven en la ‘Junta Juvenil’ y posteriormente en la Junta de Gobierno de la hermandad en diferentes mandatos y con distintos hermanos mayores, ha ayudado a construir el hoy de nuestra corporación, que el próximo año celebrará su LXXV Aniversario fundacional.
Tengamos siempre presente en nuestra memoria a los que nos precedieron, porque suele ocurrir -con más frecuencia de la que sería deseable- que los nombres de aquéllos que dieron su vida por la hermandad, desaparecen de la memoria colectiva con el paso del tiempo.
Recordemos siempre que hubo a quien les correspondió fundar la hermandad y otros, como Diego Aguilar Morión, que todo continuara hasta nuestros días. Cofrade de fila, costalero de Cristo Rey y Nuestra Señora de la Estrella, medalla de oro de la Hermandad y sobre todo, muy orgulloso de ser ‘cofrade de palma’.
Hasta que sus fuerzas se lo permitieron, estuvo asistiendo a todos y cada uno de los actos organizados con motivo de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Estrella y haciendo un sobre esfuerzo, a la última eucaristía en el pasado mes de julio. Desgraciadamente, ¡nos quedó pendiente la visita a la Santísima Virgen en el Convento de las Mínimas!
Ahora estás con Ella y con Cristo Rey. Y desde ese balcón celestial, junto a tus padres Manolo y Pepita, la veréis coronarse.
Nos hemos quedado rotos de dolor, pero orgullosos y confortados con el ejemplo que nos ha dado durante todo este tiempo, abrazado a una fe inquebrantable, recordándonos con su ejemplo día a día que incluso en los momentos oscuros siempre hay una ‘Estrella’ que nos guía.
Mi querida Pili, su viuda; mis queridos Tamara y Dieguito, sus hijos; mi querida gran familia: sus hermanos y hermana: podéis sentiros todos orgullosos de él, como esposo y padre, como hermano y amigo. Me quedo reconfortado pensando que «Los grandes nunca mueren, sólo se ausentan para ser recordados».
Siempre te recordaré, mi querido hermano, siempre en mi corazón. ¡Descansa en paz y allí…si Dios así lo quiere, nos volveremos a ver!. Amén.