En el día de la resaca cofradiera -comenzó en la tarde del domingo- visualizamos el ir y devenir de los días pasionales, como algo muy lejano. Parece que hace mucho tiempo cuando nos posicionábamos ante el bello rostro del Señor de la Paz de Cuartillos o contemplábamos como el Señor de la Sed buscaba San Miguel quien sabe si por última vez. Se nos fue tal como vino. La Semana Santa de 2017 donde se estrenaba una nueva Unión de Hermandades que durante todo el año ha estado trabajando para que no faltara de nada. Pero como quien no quiere la cosa y porque siempre hay que mejorar, las conclusiones que debemos sacar tras la recogida de la Virgen de la Luz son para aportar mejoras y agregar lo que muchos han visto corroborando de esta forma todas las situaciones a destacar durante cada día de nuestra querida Semana Santa.
Lo que si es cierto y debemos de destacar por encima, es que la Semana Santa 2017 ha sido la de la inseguridad. La de la total inseguridad.
Acercándonos a contemplar los hechos acontecidos en la bella ciudad de la Giralda, nos podríamos preguntar acerca de lo que podría pasar si en nuestra ciudad y en este año hubiera acontecido tales hecho tan desagradables. Es increíble que las corporaciones del Lunes Santo se vieran desamparadas por una huelga en la patrulla de la policía local jerezana, a la cual no debemos reprocharle nada en cuanto a su derecho al propio parón, pero quizás no fuera necesario hacerlo en una de las semanas en la que el público en las calles del centro se triplica en cuantías mayores. Con una valla anclada a los adoquines de la Alameda Cristina, pretendían arreglar algunos la historia, pero si bien es cierto que todo fue tan inseguro como que un autobús urbano se cruzara por medio de un cortejo en el que hay niños -algunos que he escuchado defienden al conductor-, tan inseguro como el transitar de coches a su antojo por la calle Porvera cuando una cofradía venía de vuelta por dicha calle, tan inseguro como que para intentar pasar a través de un paso de peatones haya seis responsables de vigilancia y te digan que no se puede hacer nada ante la avalancha de personas que cruzan en una sola dirección de la calle a contracorriente de tu propia dirección. ¡Nada!, cuando ocurra algo lloraremos hasta que el rechinar de dientes sea eterno, mientras que estos señores seguirán con los brazos cruzados, sin pensar en que la organización mientras que pasa una cofradía está muy por debajo de su labor. ¡Qué mas da lo que esté pasando!
Pero miremos hacía nuestra propia organización. Probablemente el problema lo tengamos dentro y los cofrades tengamos una venda en los ojos. La Carrera Oficial de Jerez es excesivamente larga y por ende al mismo tiempo peligrosa. Si, porque si nos olvidamos de los pasos de peatones que hacen el cruzar la Carrera Oficial un verdadero calvario -pregunten el Jueves Santo- si queremos cruzar de un lado a otro cuando están pasando cofradías por la misma supone irse de una punta a otra de la ciudad, lo que quiere decir que con suerte podríamos atravesar por la zona de Capuchinos para buscar el barrio de San Pedro si nos encontráramos en Tornería, siendo inevitable el transitar por los alrededores de la Catedral sobre todo a partir del Miércoles Santo.
El punto de arranque en el recorrido oficial debería iniciarse en el lugar donde la mesura fuera la inflexión del mismo. ¿La Rotonda de los Casinos? ¿El Carruaje? ¿El Monumento a las Cofradías?, los hermanos mayores tienen en su tejado el balón que hará que el futuro de nuestra Semana Santa sea el mejor para todos, probablemente debemos de olvidarnos de los palcos y de las sillas, porque cuando ya no nos queda nada, en nuestras iglesias, capillas y templos, siempre nos quedará la mirada tenue de nuestras dolorosas y el abrazo misericordioso de nuestros Cristos.
Sea por el bien de nuestra Semana Santa, para que siga brillando por siempre y porque al fin y al cabo, nuestras corporaciones van mas allá del transitar por unas calles donde se paga por contemplarlas, porque nada mejor que una oración silente que un transcurrir zambullido en los enojos del público que en una mayor parte, muchas veces no saben ni lo que ven. Con todos mis respetos.