Adrián Zurera de la Peña.- En la segunda edición de nuestro programa radiofónico Semana Mayor, debatimos en la sección La Tertulia sobre el tiempo que debería de permanecer una Hermandad en la Jornada de Vísperas y cuando estaría la misma preparada para abandonarla e incorporarse a la Carrera Oficial. Llegamos al acuerdo los tertulianos a que deben reunir unos «mínimos».
A esta cuestión que nos enfrentamos resulta ser bastante compleja, puesto que es algo atemporal; requiere una duración que nadie limita. Cuando se camina con demasiada celeridad, se pueden cometer errores y más si no se tiene experiencia, ganas de comerse el coco o simplemente no se tiene gusto.
Cuando se forja una hermandad, hablamos de crear y establecer unas bases para las generaciones venideras. Dichas bases deben de ser de una calidad indudable y férrea a toda sin razón ¿por qué?. Si no se asienta una ideosincracia correcta, se cometerán fallos; aunque la susodicha se afianza con el paso de los años. El problema radica cuando no sabemos que personalidad crear o marcar un estilo dentro de la corporación -aunque a veces, ese estilo esté con una claridez indudable por sus hermanos, pero no por una «Junta», la cual toma decisiones según sus convicciones-.
El problema, es la carencia en la educación cofrade que impera en nuestro «mundo», las pocas ganas de trabajar o la escasez de crear algo nuevo -ya sean túnicas o misterios-; sino le regalamos la razón a aquellos críticos con la Semana Santa y su «to´ los años es lo mismo». ¡Y cómo no! El egocentrismo en marcar a fuego nuestro nombre en la historia de la hermandad.
Este tema puede sonar a tópico, pero hoy lo hemos vuelto a ver…