Sollozaba el Miércoles Santo por escaparse, pero no pudo ser.
El mundo al revés, porque fue lo que nadie se esperaba. La mas lejana se lanzó a la calle, evidenciando la enorme valentía de una cofradía que se hace a pasos agigantados. Y estas cosas también hacen a las cofradías.
El Soberano Poder llegó, pasó y se fue, arrastrando con el a Jerez entero, que se deshizo en un mar de personas, acompañándolo en lo que por momentos parecía ir a más, pero quedó en chubascos. Probablemente acompañó la suerte a estos cofrades, que lanzaron una moneda al aire y les salió siempre la cara. La cara amable del Señor que es Poder Soberano allá por la Granja, revirando por las calles angostas y anchas de su itinerario.
Todo parecía marcar normalidad, puesto que las cruces de guía fueron marcando los tiempos una a una, como las gotas que de vez en cuando se hacían presentes en la encapotada tarde de Miércoles Santo. Como si nada, el Consuelo recorría su barrio llegando a San Pedro, Santa Marta murmuraba por los rincones de San Marcos, hasta la Amargura buscaba ya los albores de Medina, cuando el Prendimiento quiso parar. Los partes auguraban chaparrón insistente y no se quiso arriesgar más. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos, como cuando te dan una bofetada. Vuelta a Santiago y efecto dominó o «histeria» como yo he querido llamarlo. El Consuelo ya por los albores de Aladro, decidía tomar calle Zaragoza para regresar hasta su capilla -desde la cual han salido por última vez-, la Amargura entristecida regresaba sobre sus pasos, buscando nuevamente el templo de los Descalzos , Santa Marta indecisa preguntó por la Victoria, donde se abren las puertas cada vez que le hace falta a una cofradía y allí fueron los hermanos de San Mateo, a parar junto al misterio anterior a su misterio -valga la redundancia- regresando a San Mateo posteriormente. Tres Caídas estaba en la puerta pero ni se abrieron las puertas cuando tras la decisión tomada, la junta resuelve suspender todo lo habido y por haber tras conocer las noticias.
Si, se rompió el Miércoles Santo. En seis pedazos distintos, cada uno en una mano, señalando solo un rostro el del Señor que es Soberano, justo y poderoso y que quiso tener para el solo, la jornada.