Cuando el Martes Santo despertaba -presuroso allá por el horizonte- nos mostraba un día que lejos de encaminarse a cotas diferentes del día anterior, trajo consigo una brisa que por momentos aliviaba el calor de las horas centrales y a la vez presagiaba, lo que nos llegaría al día siguiente.
Una nueva jornada que arrancaba nuevamente en la zona sur. Aquella que entiende ya de cofradías y nazarenos, desde hace muchos años pero que en esta ocasión se nos mostraba con el deseo de avisar el recorrido oficial, culminando en la Catedral. El Señor de la Salud, robó las miradas a muchos. La imponente talla de Fernando Aguado, se hizo con el centro a base de golpes en el corazón, presuntuoso y seco. Con la única verdad que la Cruz, perdida en un espacio ínfimo que mas pronto que tarde, llenarán aquellos que lo empujen para que la tome, de manera parsimoniosa y delicada. El sabor de la cofradía es tan sutil y sencillo, que no le hace falta mucho mas. Lo demás viene solo seguro.
Del sur al norte. Con el eco popular que nos traen los nazarenos blancos de San Benito, resuenan los racheos que sirven para que Cristo rico en Clemencia, reciba la traición de uno de sus amigos. ¿Quien no se ha sentido alguna vez en este momento efímero?. El cortejo poco a poco, despacio pero sin pausa, sigue acogiendo a mas nazarenos que deciden bajar hasta Jerez y subir nuevamente a casa, como decían las antiguas. Y es que -no es cuestión de pecar de falsa modestia- la Clemencia te hace sentir muchas cosas en la calle. Sobre todo si a la vez que la ves venir, dejas que se marche vislumbrando ese magnífico palio que acoge a María Santísima de Salud y Esperanza. Destacar el magnífico trabajo de José Luis Romeral ataviando a la Virgen rozando la perfección, así como el acompañamiento de la Agrupación Musical perteneciente a la propia sección de la corporación, que no dejó indiferente a nadie. Despacio y con buena letra que se dice.
De pronto el silencio se hace presente, ante la llegada de un cortejo romántico que hace presagiar la crueldad de la escena que se nos avecina. Cristo espera pacientemente a que la sentencia injusta, se haga firme en la cruz de la salvación. En contraposición de todas las cofradías nuevas, es esta que nos llega de la Trinidad la que menos arrastra. Probablemente su carácter serio no llame la atención del público populista, pero a veces entristece contemplarla con pocas personas a su alrededor. Habría que darle una vuelta de tuerca, sin salirse de la dinámica, claro.
Con la Hermandad de la Defensión siempre nos pasa dos cosas. La primera es que cuando la contemplas, te entran ganas de verla nuevamente por otro enclave y la segunda es que cada vez más, se marca el estilo romántico que hace de la cofradía grande. Lo tiene todo: uno de los mejores crucificados de la ciudad, un cortejo digno muy completo, la Centuria Macarena que da un sabor añejo a la historia y un palio que debemos catalogarlo como el mejor de los que se pasean por nuestra ciudad, contando en los mandos a Manuel Jesús Elena Hernández, culminando con un repertorio totalmente exquisito, interpretado maravillosamente por la Banda de la Soledad de Cantillana.
¿Algo mas? Probablemente con la incorporación de nazarenos mas jóvenes, el cortejo -sobre todo en el palio-haya perdido algo de compostura. Pero eso es perfectamente asumible y corregible para años venideros. Estamos seguros.
Llegamos a la parte final del Martes Santo, que nos regala la siempre hermosa Hermandad del Amor, con la imagen de Jesús Cautivo cumpliendo su cincuenta aniversario y que como siempre, era arropada por un espectacular exorno floral, que cada vez mas, le da un carácter peculiar al paso. No es por elogiar el trabajo de nuestro compañero Israel Hermosín, es que las cosas cuando son, hay que decirlas. ¡Qué decir del paso de misterio! El que alberga a la mas bella de las joyas de nuestra Semana Santa, la Virgen de los Remedios a la que esperamos de manera ansiosa, vuelva a presidir un paso de palio que sirva para poner en alza a la talla de la Santísima Virgen. El andar del paso cada vez a mejor, andando al frente sin estridencias y elegante a los sones de la Banda de la Coronación de Espinas de Córdoba, encendiendo sus sones clásicos y armónicos a la dulzura de un amor que yace colgado del leño de la salvación.
No se entendería el Martes Santo en Jerez, si el color rojo y negro. La sensación en el casco histórico jerezano que marca esta cofradía, no la marca ninguna. El regreso de los que algún día decidieron marchar, el sabor de las calles y la sutil estampa del Señor de las Penas que nos regala el Desconsuelo de una madre, siempre es digno de reseñar. Magnífico el transitar y su llegada hasta el Convento de Hermanas de la Cruz, tanto del paso de misterio como el paso de palio, que nos dejaron momentos exquisitos.