Me enfrento al último artículo del curso justo antes del receso estival y cómo no, quería despedirme con Ella, hablando de la Virgen, porque para mí la Virgen es el medio más certero para llegar a Dios y con Ella jamás nos vemos desamparados.
Es tu momento, es tu año Virgen del Traspaso, hace ciento veinticinco que llegaste hasta el Prado de San Sebastián, o la Alameda de Cristina, como quieran llamarla, pero desde entonces jamás se oyó decir que en Letrán falta el calor de una Madre. Llegaste desde el Levante, ¿eres valenciana o catalana? Y eso que más da, si desde que pisaste Jerez eres la Madre del más jerezano que haya pisado nunca estas tierras albarizas. Podríamos hablar de tu advocación y de la teoría que da al Beato Diego José de Cádiz como su impulsor de la misma en Jerez proveniente de la capital hispalense por el fervor y la devoción que le tenía a Nuestro Padre Jesús Nazareno, primera aparición que tuvo del Señor en el convento de Capuchinos de nuestra ciudad. O de tu escultura, de cuerpo entero, una rareza, ya que en la baja Andalucía las Vírgenes siempre fueron de candelero, y de tu pelo tallado, o de tus ojos llorosos que apenas dejan escapar dos leves gotas que se quedan en el lagrimal por esa pena que te ahoga y no te deja llorar más.
Podemos decir que cuando sales, es tu palio un monumento a Jerez, un orgullo de este pueblo, un retorno hasta el pasado, un vivir en el presente viendo como los hermanos te llevan con paso firme como un puñado de valientes que se enfrentan en la noche a tu peso tramo a tramo. Que se hunden los costeros, que las horquillas resbalan, que en las cuestas se te clava y subiendo Carpintería a veces respira el alma porque les falta el resuello a los valientes que cargan. Pero eso es por amor, por el amor a María, aunque a veces, muchas veces, haya en sus corazones tantos puñales clavados como los siete que tuvo Ella a lo largo de su vida.
Porque Tú eres la Reina, por más que allí brille el Sol, por más que allí este Jesús, y Él con su poderío arremolina a sus plantas a Jerez y su gentío. Pero en la hermandad, como en las casas andaluzas, siempre manda una Madre, y bajo tu amparo nos acogemos tus hijos, y hasta tu altar llevamos las penas y alegrías, y te damos las gracias y ponemos los exvotos que entregamos con el alma ante los favores que pedimos y que nos mandas. Porque en Cristina todo es Jesús, todo es el Nazareno, nada se hace sin Él, y sin Él nada podemos pero en ti tenemos su Madre, la Madre del Nazareno, la que llora sin lágrimas, la que te mira y te puede, la que es Reina con corona aunque sandalias calce, la de colores morados cuando en la madrugada rompe el alba por el Carmen.
Por eso te traigo hoy aquí, y veo en ti mi vida entera, una vida junto a ti, sirviéndote, rezándote la Corona los viernes a tus plantas, cada Noche de Jesús acompañándote y viendo en tus ojos los de una Madre que jamás me falló ni en las noches más oscuras.
Te traigo para decirte, soy de Jesús Nazareno y morada tengo el alma pero sobre todas las cosas tengo a gala una de ellas, y es que mi corazón lo traspasa una daga, y es que mi corazón lo traspasaste Señora una noche de Jesús cuando aún casi ni hablaba, y desde entonces contigo y así hasta que tú quieras, porque mi alma es tuya y aquí sigue traspasada.