«Carta abierta a D. Antonio García-Figueras, ex-Hermano Mayor de la Defensión» por Alejandro Fernández
«Cuando la sutileza de la brisa es fuerte, el árbol no puede impedir que se le caigan las hojas»
Me despertaba el pasado martes con una noticia inesperada, de esas que te sientan como un jarro de agua fría porque te choca fuertemente. El «run-run» cofradiero hizo alarde de su vorágine y me trajo la novedad en forma de dimisión, la de D. Antonio García-Figueras cómo Hermano Mayor de la Defensión. Una vez asimilada la primicia me contuve ante la frialdad del «informador» -que no periodista- catando las posibles maniobras referidas ante tal revuelo cofradiero. Y tanto fue, que este quien les escribe no gastó ni un segundo en marcar las letras del portátil y hacer público la notoria novedad en torno a la corporación del Martes Santo.
Ni este señor, ni la Hermandad de la Defensión -a la que tanto aprecio profeso- se merecen este tipo de historias. Mas cuando hablamos -en mi modesto entender- de respeto, el cual estos cofrades se han ganado con creces. ¿Merece la pena darle bombo a una situación que no agrada a ninguna de las dos partes? Yo les aseguro que no. Primero por la persona y después por la institución que representa.
Es por ello que serán muchos los comentarios que se generen en torno a la no continuidad en el cargo de este señor, pero teniendo en cuenta los valores humanos y la honestidad que ronda sobre su cabeza, no se merece de ninguna forma salir por la puerta trasera de una cofradía a la que le ha dedicado mucho tiempo, como todos le dedicamos a las nuestras pero que rondando su veteranía y su categoría le honran aun mas.
Como dice la cita latina «Men san in corpore sano«, una retirada a tiempo es una auténtica victoria. Eso seguro.