Adrián Zurera de la Peña.- Dicen que enero es un mes triste a pesar de comenzar un nuevo año, que si la cuesta de enero, empezar unos nuevos retos sacrificados que luego no cumplimos, frustraciones y si hablamos en términos académicos es el comienzo de nuevas asignaturas y unos exámenes finales.
Este año no es así, esta vez, el comienzo del año viene cargado de ilusiones, sorpresas y vitalidad. Estos primeros meses son diferentes, porque ya huele a incienso y en cuestión de días los carteles empapelarán los escaparates de las tiendas anunciando la Pasión de Cristo, acompañados de numerosas tertulias cofrades que abarrotarán bares y tabancos de nuestra ciudad, al compás de vídeos de la pasada Semana Santa en los televisores de las mismas.
Estos meses que anteceden a la soñada Cuaresma están cargados de certámenes cofrades, presentaciones de trabajos discográficos y vídeos de salidas procesionales. Ahora, se cambian los papeles de envolver regalos por una servilleta con bocetos sobre un altar o unas nuevas andas. La vida de hermandad se endurece por momentos a la espera de su día señalado en el calendario a bolígrafo rojo. De una nueva estación de penitencia.
Se dibuja con un nuevo color los días de este febrero, dejando atrás las fiestas navideñas para ir soñando con una nueva jornada de palmas, nuestro solo de corneta preferido tras el Titular de la cofradía a la que pertenecemos, empezar a buscar la túnica en el fondo del ropero o recordar el día que debemos ir a la Casa de Hermandad para tomarnos medidas.
Estos últimos días para rozar el tiempo cuaresmal, que son los primeros a la vez, están marcados por el frío, siendo este el mayor peso que se le puede colocar a una parihuela o el peor aliado para la afinación de una banda en sus larguísimas noches de ensayos. Son dichos ensayos los que vaticinan el comienzo de lo que nos gusta, de nuestro momento: la preparación para una nueva semana marcada en nuestro sentir.
Son diferentes las maneras de prepararse para vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, pero aunadas en el mismo sentimiento cofrade que inundan a todos los cofrades.
A esto, muchos lo llaman Precuaresma. Y yo, no quiero llamarlo así, puesto que los jartibles de la Semana Santa vivimos en una eterna Cuaresma en busca del Domingo de Ramos. Ese término, simplemente, es un invento del que solo busca alargar el comienzo de una espera.