Ensimismado caminaba el otro día por los recovecos del centro de Jerez en dirección a mis quehaceres mañaneros. Esa mañana andaba dilucidando sobre que va a ser de mi futuro laboral, una pregunta muy frecuente tras acabar los estudios universitarios. Recuerdo que esa mañana hacía especialmente calor, típico de estos días de otoño a caballo entre el verano y el invierno.
De repente y sin esperarlo, se cruzan en mi camino dos monjas de la congregación de las Hermanas de la Cruz. “buenos días” me dicen con una sonrisa de oreja a oreja, “buenos días, hermanas” les respondo. Ellas continúan su camino, pero yo quedo detenido en medio de la calle observando en silencio como ellas van a trabajar por los demás, a recorrer las calles de Jerez.
Pienso en lo felices que son dándolo todo por los demás, en seguir trabajando sin tener fuerzas, en tener buenas palabras y buenos gestos con todo el mundo. Y reflexiono sobre como es nuestro día a día lleno de banalidades, muchas veces sin preocuparnos por quien tenemos a nuestro lado acompañándonos. O en nuestras propias Hermandades, cuando no sabemos mirar por nuestros hermanos que no estén pasando un buen momento.
Sor Ángela dijo “En el amor a la Cruz está la felicidad en este mundo y en otro”. A veces con sacrificarnos un poco, logramos mucho.