Como si de un mal sueño se tratara hoy finaliza un 2020 cargado de dolor en el que -quien nos lo iba a decir- la globalización ha dado lugar a la llegada de una pandemia que nos ha afectado a toda la sociedad por igual.
Lejos queda el mes de marzo, cuando en las casas de hermandad se resquebrajan los últimos pabilos de los cirios para no volver a encenderse durante una larga temporada. Los cristianos -los cofrades en particular- han vivido una verdadera quimera donde las tecnologías han tenido un papel fundamental. Como también es reseñable la importancia de que han tomado las hermandades en un plano que muchas tenían olvidados: la caridad.
En poco más de ocho meses que llevamos sin ver pasos en la calle -con alguna excepción- las hermandades han tomado conciencia de la amplitud social que representan en momentos como este.
Faltará el aroma a incienso por las calles, el tintineo de las caídas de un palio o el ruán de los capirotes presurosos, pero sobrará corazón. Centremos nuestras fuerzas en las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, seguro que 2021 será un gran año para los cofrades, aún sin pasos en la calle.
Feliz Año Nuevo a todos.